Sed astutos como serpientes y sencillos como
palomas.
Somos siervos inútiles y conseguimos
recompensas en el cielo.
Un ángel lo confortaba y sudaba sangre.
“... a los que dicen no poder creer en el infierno habría que preguntarles si tampoco creen en los infiernos actualmente vigentes. Quienes reconozcan que se dan en la historia, con una constancia de pesadilla, situaciones auténticamente infernales, deberán admitir la aptitud del hombre para instaurar y consolidar lo que la fe llama infierno: una situación de malversación de lo humano, de perdición. Si existen los infiernos intrahistóricos, puede existir el infierno metahistórico; en aquéllos está hecho el ensayo general de éste, están ya dados sus ingredientes básicos.
No se olvide que estamos hablando de posibilidad, no de facticidad. El paso de una a otra no le es lícito darlo al teólogo, ni siquiera en la iglesia (aquí remite a la siguiente nota a pie de página: «Ni en la Escritura ni en la tradición de la fe católica se dice con certeza de un ser humano, sea cual fuere, que se encuentra realmente en el infierno»: Von Balthasar [...] «La Iglesia no ha dicho jamás de un hombre concreto que estaba condenado»: J. Auer). Los cristianos no podemos excluir categóricamente que la gracia va a triunfar de hecho (por supuesto, respetando la libertad humana) en todos y cada uno de los casos, que el mortalmente pecador va a dejarse tocar por la misericordia perdonadora de Dios para «convertirse y vivir». No tenemos derecho a excluirlo; pero tampoco tenemos derecho a exigirlo. Lo único que podemos -y debemos- hacer es esperar y rogar a Dios para que así sea. Nos es lícito nutrir, no ya la certeza, pero sí la esperanza de la salvación de todos” (La pascua de la creación).