Es mejor
que exista el diablo (entiéndaseme): así podemos ponerle rostro al mal. Se
lucha mejor contra Alguien que contra Algo.
jueves, 31 de agosto de 2017
martes, 29 de agosto de 2017
domingo, 27 de agosto de 2017
viernes, 25 de agosto de 2017
Siempre Sigourney
Es
magnífico el arco que traza Sigourney Weaver desde la anti-monster teniente
Ripley, que interpretó en Alien, hasta
la monstruosa Alexandra, la villana que interpreta en The Defender. Allí, buena, mata al monstruo; aquí, mala-malísima,
es el monstruo al que finalmente matan.
martes, 22 de agosto de 2017
Un pasito p'alante, dos pasitos p'atrás
Por unas y
otras (y en las unas y en las otras siempre, de fondo, la falta de sueño)
razones, cuando, a mediados de julio, comenzaron mis vacaciones, me encontraba
un tanto nervioso, cansado y triste. Todas las ganas que, unas semanas antes,
había tenido de ir a Irlanda, desaparecieron de repente. No me apetecía ir a
ningún lado: quería dormir, leer y ver cine. Pasado un mes, y esto nos lleva a
mediados de agosto, pensé que, a lo mejor, una inmensa pereza me estaba
impidiendo salir de mí y realizar un pequeño viaje del que, aunque de entrada
me parecía imposible, volvería contento. ¿Pero cuál? Me puse a pensar. ¿Unos
días de relax total en un hotel maravilloso, con piscinas grandes y
maravillosas y unas vistas ídem? Busqué online, aquí y allí, pero no acabó de
convencerme. ¿Un crucero fluvial, véase Danubio, Rin, Loira, Vesubio? Lo mismo.
Vamos a ver, Suso, piensa, ¿qué te apetece de verdad? Parecióme que ello era ir
a una ciudad en la que se estuviese celebrando un festival de danza
contemporánea y/o música clásica. Sendos telediarios en días distintos me
dieron noticia del de San Sebastián y el de Torroella de Montgrí, en Gerona.
Vistos los programas, me decanté por el segundo. Compré dos entradas, una para
una actuación de Jordi Savall el jueves 17 de agosto y otra para el viernes 18,
una interesante puesta en escena del Stabat
Mater de Vivali a cargo del, para mí desconocido, Soqquadro Italiano.
Después compre los billetes de avión y reservé plaza en un hotel. Según pasaban
los días, las ganas, las medio-ganas y las no-ganas de ir se iban turnando.
Pero, salvo el hotel, ya había hecho el gasto y no cabía vuelta atrás. Además,
me atreví a concertar una cita en Barcelona con mi amigo Armando Pego, a la que
respondió con excelente generosidad, pues era y es mucho mi interés por
conocerlo más y mejor. Pero, dentro de mí, no terminada de afianzarse un deseo
sin fisuras de irme al otro lado de la península. Cuando el fin de semana
anterior al del día de mi partida me veo, ¡por primera vez en mi vida!, con un
catarro estival, ya tuve la excusa perfecta. ¿Cómo iba a ir en estas
condiciones, pobre de mí, colgado de un pañuelo con mocos, a Gerona, la cual
además esos días iba a sufrir el azote de un tremendo calor (segunda excusa)?
Decidido. No había más que hablar. Cancelo mi reserva en el hotel sin coste
alguno y decido que me la refanfinfla perder el dinero del avión y el de las
entradas a las actuaciones en el susodicho municipio gerundense. También pongo
al corriente de mi cambio de ruta a Armando y nos citamos para una mejor
ocasión. ¡Ah, qué felicidad, me quedaba en casita, en mi hamaca, en mi kiwi, en
mis libros, en mi cine! Finalmente, el catarro en cierto sentido resultó ser
providencial pues se presentaron unos asuntos que, aunque se hubiesen resuelto de
igual modo en mi ausencia, se resolvieron más rápidamente estando yo presente.
Y así es como ocurren las cosas, un pasito p´alante, dos pasitos p’atrás…
domingo, 13 de agosto de 2017
¡Es así!
En algún momento de mi ya lejana juventud leí Los Buddenbrok, de Thomas Mann. Cuando, hace un mes, decidí volver a leerla, me di cuenta de que no recordaba de ella ni el más nimio de los detalles. Era la historia de una familia, sí, a través de varias generaciones durante el siglo XIX, la historia de su decadencia, que es como la presenta cualquier sinopsis que uno se encuentre por ahí. Recordaba que era oscura, que abundaban más los acontecimientos luctuosos que los felices. Y esto, en efecto, lo confirmó la relectura. El gran olvido, un olvido en este caso feliz pues permitió una sorpresa igualmente feliz, es que la novela termina con una afirmación rotunda de la resurrección de los muertos. La anciana Sesemi Weichbrodt, tras escuchar el lamento de Antoni Buddenbrok por la pérdida de su esperanza en volver a ver sus muertos: su abuelo, su padre, su madre, su hermano, su sobrino (“la vida, ya sabéis, hace que en nuestro interior se rompan ciertas cosas, que la fe en ciertas cosas se pierda… Volver a verlos… ¡Ojalá fuera así!),
“se elevó todo lo alto que pudo por encima de la mesa. Se puso de puntillas, estiró el cuello y dio un golpe sobre la mesa que hizo temblar la cofia que llevaba en la cabeza: -¡Es así! (la cursiva es del autor) -dijo con toda su fuerza y mirándolas a todas con gesto desafiante. Allí estaba, vencedora en la dura batalla que, durante toda su vida, había logrado contra las dudas de su mente racional de profesora; jorobada, diminuta e incluso temblando por la firmeza de sus convicciones: una pequeña, categórica y ferviente profetisa”.
viernes, 11 de agosto de 2017
La siesta del carnero
En esta
hora previa a la de la comida me entra un sueño profundo al que no opongo
ninguna resistencia. Me recuesto sobre la hamaca, pongo las piernas sobre la
mesa y duermo la que, por ser a esta hora, mi tío Luis llamaba la siesta del
carnero, acogiéndose a no sé qué tradición. Los cantos del gallo me sacuden
como si fuesen ruidosas trompetas mientras que los trinos de los pájaros me
llevan otra vez al más profundo de los sueños.
miércoles, 9 de agosto de 2017
En mudez sencilla
En mudez
sencilla, ¿quién querría hablar? Nadie. Es lo correcto. Así se está bien.
lunes, 7 de agosto de 2017
sábado, 5 de agosto de 2017
jueves, 3 de agosto de 2017
El empleado de Seur
Me salva de mí mismo el empleado
de Seur que me trae un paquete. “Hola. ¿Me dices tu DNI?” “11111111 y L de
León”. “O de Lugo, que está más cerca. Es como el que dice S de Sevilla cuando
podría decir de Silleda”. “Pues tienes razón. Me lo anoto”. “Jesús Ares, ¿no?”
“Sí”. “Firme aquí, por favor. Muy bien, hasta luego”. “Hasta luego”, le
respondo, sintiendo que a través de él Él me ha tocado. Un golpe de realidad.
martes, 1 de agosto de 2017
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