jueves, 29 de octubre de 2009

Las pequeñas penas

Se dice, a veces, que las penas pequeñas son más difíciles de llevar que las grandes. La verdad que pueda haber en la frase, si alguna hay, acaso tenga que ver con el hecho de que una pena grande es imperial, mandataria, y, como tal, sus órdenes son claras y tajantes: quedas perfectamente situado frente a ella, en posición de “¡sí, mi capitán!” La pequeña no tiene ese poder imperativo, se mueve, se desplaza, no es clara ni contundente, y no sabes dónde ni cómo situarte ante ella, quedando uno reducido a la condición del pobre soldado que, ante un jefe sin dotes de mando, no sabe a qué atenerse con respecto a lo que debe o no debe hacer.

miércoles, 28 de octubre de 2009

Señor de los Abismos

Te encontrará en lo escarpado, en la selva, en medio del polvo, tirado en el desierto. En lo difícil te hallará, donde tú estés perdido, sin rumbo, triste hasta la muerte. Ahí te saldrá al encuentro porque Él es el Señor de los Abismos, de las terribles hondonadas, de las simas cuyo fondo no divisa la mirada del hombre. Lo terrible está en él y en él se amansa, se vuelve quietud, sendero imposible que ahora es posible, porque él lo ha pisado y lo ha hecho suyo. Nuestros caminos son sus caminos y, cualquiera que sea el que recorran nuestros pasos, nos llevan a él, todos.

martes, 27 de octubre de 2009

A la espera

Fase extraña en la que muere algo y no resucita algo, lo que quiera que esto deba ser, lo siguiente, lo que debe venir para ponerse en el sitio de lo primero, de lo que está muriendo, en un lugar más alto rodeado de cumbres nuevas

lunes, 26 de octubre de 2009

Las palabras de la desgracia

Lo que le hacía daño no era tanto la desgracia como las palabras que la nombraban. El familiar que quedaba destrozado, viviendo un infierno, roto por el dolor, con sufrimiento insoportable. Sí, era esto lo que le obsesionaba, el toque de campanas verbal que venía a continuación del hecho desgraciado, que lo coronaba redondeándolo. Su lucha era contra ese belicoso tropel de palabras que se levantaba tras el paso del dolor.

viernes, 23 de octubre de 2009

La habitación

Según se entra, en la pared frontera está la doble ventana, la de fuera de aluminio gris y la interior de madera pintada de blanco, con dos cristales iguales, el de arriba y el de abajo, y uno más grande en medio. Los postigos tienen cuatro paños rectangulares. A la derecha de la ventana, dominando todo el espacio de la pared, hay una estantería que casi roza el techo. La otra estantería ocupa algo más que tres cuartos de la pared que está a la izquierda de la puerta, con cuatro módulos, y también rayando el techo. A su lado se ve otra metálica, de latón, con cinco baldas de colores distintos: amarillo, verde, rojo y azul. Los listones que las sostienen son azules. A la izquierda de la puerta hay dos armarios: uno, el más alto, con dos cuerpos, cuyas puertas tienen tablillas que imitan las persianas venecianas. Justo pegado a la puerta está el otro armario, más pequeño. El resto del espacio de la habitación lo ocupan una mesa, la cama y un mueble para los zapatos que cumple también funciones de mesita.
Vale, bien, el escenario descrito con minuciosidad, casi exasperante. Pero, ¿y el lance amoroso, el crimen, la conversación galante o la discusión agria? Pon al hombre sobre el mundo, amigo.

jueves, 22 de octubre de 2009

Mondo

Se rapó el pelo con la misma determinación que un novicio. Cabeza monda sobre los hombros: sí, por ahí se empezaba. Lo que ahora debía seguir era un mondo espíritu.

lunes, 19 de octubre de 2009

El paraíso en las tabernas

¿In clara veritas? No lo sé, pero hace unos días, al tiempo que daba cuenta de unas cinco claras, todo un récord para mí que tengo mi techo en dos, disfrutaba de la compañía de mis hermanos Rodrigo, Ramón y Pepe. Nunca había estado con ellos en este plan, acabando una cerveza aquí y yendo a por la siguiente allá, con ese compadreo fraterno en el que se discute, se ríe, se lanzan pullas picantes, se llevan suculentos pinchos a la boca, también pipas, y cacahuetes, de modo que cada taberna acaba siendo un paraíso riente y hablador. Así nos trasegamos unas horas llenas de emoción y cervezas.

domingo, 18 de octubre de 2009

Parfum

Justo en el momento en que entraba en el cubículo del retrete se dio la vuelta, pensando que el “hola” con el que yo saludaba a una profesora que venía por el pasillo se lo había dirigido a ella. La imagen, en mi memoria, tiene ahora una gran prestancia plástica, como de anuncio de un papel higiénico para aristócratas francesas. Y es que ella, con sus ojos verdes preciosos, a los que sientan de maravilla las prendas del mismo color que tan bien la visten, tiene algo aristocrático. Esta imagen no la desdoró ni siquiera el hecho de que, cuando estaba yo con mi chorrito ante el retrete, oía como el suyo caía cantarín. La jugada se redondeó unas horas más tarde. Entró en la secretaría, pasó a mi lado y se puso enfrente para hacer una llamada de teléfono, dejando un olor a colonia fresquísimo y de lo más agradable. “Oye, X, que bien hueles hoy”. “¿Te gusta? Es una colonia de hombres, fuerte pero nada pringosa. Yo, de no ser profesora de lengua, me dedicaría a los perfumes. Todo lo relacionado con ellos me encanta”. ¡Oh la la, final parfait a lo parfum!

viernes, 16 de octubre de 2009

Penas

Uno tiene sus penas antiguas, que no se sabe si se enquistan, si maduran, si envejecen, si se injertan. ¿Qué les ocurre mientras va uno cumpliendo años? Arrellanadas en sus canastos como las gallinas sobre sus huevos, quisiera que de su empolladura saliese un pollito pimpante con el que trabar algo divertido.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Obsesiones

Son obsesiones las ideas o imágenes sobre las que no se tiene ningún poder. Nunca encuentran cerrada la propia mente. Se adentran hasta la cocina y acampan a sus anchas, como amas del lugar. Uno, mientras tanto, asiste a su emplazamiento y daño, en el mejor de los casos con resignación y en el peor, desolado. Con el paso de los años es posible que se logre algo parecido a una entente, ya sea porque han perdido ellas algo de su mordiente, ya porque la casa de uno se ha hecho más fuerte.

martes, 13 de octubre de 2009

Flexo

Cuando, con el cambio de tiempo, ya no es posible pasar las tardes leyendo en el patio, bajo los kiwis, y vuelve uno a la habitación y al flexo, se desea que avance la tarde y anochezca, pues entonces es cuando el cono de luz se nota más y con ello la sensación de estar aislado en él, protegido, viviendo en otro mundo, uno de ángeles guardianes y elegantes mecedoras.

(Y aquí, Felina)

domingo, 11 de octubre de 2009

El valor del hombre

Parecía que algún compresor de tamaño lo hubiese reducido y fuese un hombre con cuerpo de niño. Quizá por dentro, en algún lugar, había quedado la espita que, convenientemente manipulada, le devolviera su tamaño anterior. “Valoramos demasiado la vida, cuando es una nonada. Hay en ello demasiado soberbia”. Reconocí aquí el típico descreimiento con respecto al valor del hombre. Lo más sabio, piensa esta gente, sería que se aceptase la propia futilidad como lo único verdadero y no empeñarse en otorgarle al hecho de estar vivos unos quilates que no tiene, en querer ser y persistir incluso más allá de la muerte. “Pues donde tu ves soberbia veo yo el legítimo orgullo de quien se sabe valioso, lleno de una dignidad que ningún otro ser de la tierra posee. Un ser así debe aspirar a conservarse, a alzarse, en esta vida y más allá de ella”.

sábado, 10 de octubre de 2009

Realidad

Qué dura, qué sólida, qué verdadera es la realidad. No se licúa, no se hace agua. Imposible trasegarla.

jueves, 8 de octubre de 2009

¿Eres feliz?

“¿Eres feliz?”. Me lo espetó como si nada. En él era una pregunta habitual, me dijo, que le hacía a todo quisque y que a todo quisque descolocaba, claro. Se preguntaba porqué, dado que debía ser una cuestión obligatoria que habría que dirigir a todo el mundo, continuó diciendo. Que él no pudiese comprender el azoramiento que ante esta pregunta presentaban sus interlocutores era lo que yo a mi vez no podía entender, de tan evidente. “¿Eres feliz?” va de lleno al corazón de la trama de la vida, y esta trama la protege uno como el mayor de los tesoros. Lo pasmoso para mí sería ahora que, sin más ni más, todo el mundo formulase esta pregunta muy alegremente y muy alegremente diese razón de ella todo el mundo. Yo, que no quise que el aturdimiento se me notase más de un segundo y por no desmerecer del ¿ingenuo? atrevimiento de mi colega, enseguida entré de lleno en la cuestión. Si era él osado, no lo iba a ser yo menos.
Otra interpretación posible del susto que crea la susodicha pregunta es que los interpelados tengan que habérselas con el hecho de que no sean felices, cosa que, a su manera, saben, a su manera escondida habría que decir, pero que nunca se atreverían a reconocer públicamente. La pregunta les pone en el brete de tener que hacerlo, y, como me explicó mi colega encuestador, no sin tener que pedir disculpas por ello, buscando la manera de justificarse, como si ser infeliz fuese una secreta vergüenza inconfesable.
Está, por otro lado, la eterna cuestión de qué cosa sea la felicidad. A uno siempre le ha sorprendido que se afirme con tanta frecuencia que en esta vida la felicidad es asunto de instantes privilegiados, escasos, únicos, y que no pueda, por el contrario, ser el asunto, no ya de días, sino de meses y hasta de años. Será, me digo, que el concepto de felicidad que se maneja en tales casos es tan sublime, tan altísimo, tan, por todo esto, inalcanzable, que con razón sólo puede durar no más que unos instantes. Uno no aspira a tanto y se sabe feliz con un poco, bueno, no mintamos, un mucho de tranquilidad y sus gotas de alegría. ¿Será también esto elevadísimo, imposible para el hombre? Evidentemente, no. Por eso hay periodos largos de felicidad en la vida de tantos. Faltaría más.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Quietud

Cierta quietud necesita del mundo en torno para ser: hojas que no se mezan en ninguna brisa, aires que contenga sus soplos, ruidos que aminoren sus voces, que haya como una sustancia quieta en todo. Entonces sí, ocurre, y se abre el telón dando aviso del milagro.

martes, 6 de octubre de 2009

Mercedes Sosa

Murió Mercedes Sosa, grande entre las grandes. Hay voces que me saben a tierra, y la de la Negra es excepcionalmente terrosa, de légamos y barros fecundos, voz antigua, indígena, popular, de caverna y catedral, de hermana y madre, envolvente y penetradora, de montañas y valles profundos. Vive en paz, Mercedes Sosa, allá donde te encuentres, con el niño negrito cuyo sueño rogabas.

lunes, 5 de octubre de 2009

Sibilas

Sentado en el suelo de la habitación del hospital, observaba a las dos reales damas. La una, de perfil, mi señora madre. La otra, casi de frente, su prima, a quien visitábamos. Fisgoneé en sus arrugas, en sus ojos, en su piel, atento a una posible revelación. Pero fue en vano. Las sibilas guardaban su secreto bajo muy buena llave, a muy buen recaudo.

sábado, 3 de octubre de 2009

La religión del "y"

La religión cristiana es la religión del “y”: Jesús “y” la iglesia, el cuerpo “y” el alma, la carne “y” el espíritu, Dios “y” el hombre, el individuo “y” la comunidad, la letra “y” el espíritu, Hijo del Hombre “e” Hijo de Dios, cielo “y” tierra, ya “y” todavía no, tiempo “y” eternidad, gratuidad “y” merecimiento, memoria “y” esperanza, misericordia “y” justicia, hombre “y” mujer… En este plano, nada sabe de “oes” disyuntivas. En el cristianismo, se copula para ser, se es en la cópula. Se suma en tanto se suman realidades. Sólo se restan los males, en tanto que son una “no-realidad” por ser un “no-bien”.

viernes, 2 de octubre de 2009

En algún momento

En algún momento entré en tu casa y dije “sí”, mientras sujetabas mis manos. En algún momento me quisiste siempre tuyo, a tu vera, descalzo, con la cabeza descubierta. En algún momento se hizo imposible que yo desviara de ti mi atención, único camino, única verdad, única vida. Ese momento fue ayer, es hoy, será mañana.

Una tarde de sábado

Vadeó la tarde como pudo. Se le había presentando vacía, hasta tediosa, y por primera vez le asustó no poder llenarla. No quería hacer nada pero tampoco sabía estar sin hacer nada. ¿Alguna solución de compromiso? De entrada sólo se le ocurrió andar durante una hora. No le gustaba hacerlo, pero las mil veces que, de boca de su psiquiatra y de sus hermanas, había escuchado el “tienes que hacer ejercicio”, lo coceaban ahora recriminándole su sedentarismo. Salió pues. A los setenta minutos estaba de vuelta. Notaba cierto bienestar pero, ante él, la tarde se le aparecía igualmente vacía. Seguía sin saber qué hacer, cómo manejar su no tener ganas de hacer nada. ¿Dónde estaba la experiencia para enfrentar esto, la sabiduría, el coraje? Dentro de él, en tales horas, desde luego que no. Finalmente, un tanto abrumado, se tumbó en la cama, arrebujándose debajo de una manta, que apretó contra sí para sentirse protegido. Fue presa de sentamientos negativos, de anticipaciones aciagas, y de una ligera somnolencia. A las nueve menos cinco sonó el despertador. Bajó a cenar y, al encontrarse con su madre y su hermano, sintió que todos los fantasmas habían pasado de largo.