Su apariencia da una idea de su infelicidad: los hombros caídos, el andar pesaroso, el pelo y la barba cubriéndole la cara con desaliño, un rostro sin ánimo. En cierto sentido no deja de ser un personaje siniestro, capaz de protagonizar una tragedia que diese salida a su frustración. Dado los padres que tiene, su herencia genética no es desde luego la mejor de las herencias. Si existiesen varitas mágicas redentoras uno no tardaría ni un segundo en usarla para transformarlo en una persona que caminase con la espalda recta, la cabeza y los hombros aupados, el rostro alegre y afeitado y cortado y lavado el pelo: para empezar, un nuevo fenotipo. Después, el resto: un trabajo digno, buenos amigos, una vida autónoma, un lote de felicidad.
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