“Que dé la cara”, decimos, cuando retamos o
exigimos a alguien para que, después de haber hecho algo reprobable, comparezca
y de razón de su acto. Y muchas veces la expresión va seguida de un “si se
atreve”. Fuera de este contexto polémico, “dar la cara” es lo que todo hombre
debe hacer, como persona situada en el mundo, ante sí mismo, ante los demás y
ante Dios. Pero antes que un deber ya es un hecho inmediato: no se es ni se
está en el mundo sin dar la cara, o dicho de otra manera, sin ofrecer un
rostro. Ser persona es en primerísimo lugar ser un rostro y es imposible
esconderlo. La posible exigencia o petición posterior -“da la cara”, “muéstrame
tu rostro”- parte del hecho de que previamente ya uno es lo que es y quien es
porque da cara, porque muestra rostro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario