miércoles, 29 de abril de 2009

De cine, en Villa Borghese

Volvía de Villa Giulia, hermosa casa renacentista, con un no menos hermoso ninfeo, una estupenda colección de cerámica etrusca y demás lindezas. Cansado, pensaba tumbar mis huesos junto al lago de Villa Borghese y, allí, abandonarme. Pero como la vida, para mal y para bien, es un fuera de guión perpetuo, apareció un regalito que me detuvo: un equipo de cine preparaba el rodaje de una escena. ¡Al fin iba a poder cumplir uno de mis sueños, asistir a un "cámara, acción"! ¡Y menudo despliegue para una escenita de apenas unos segundos! Una mini carpa, luces, sonido, más de una docena de técnicos varios, voces por aquí, voces por allá, uno que se duerme -seguro que estaban en pie desde las 6 de la mañana-, los papás de los niños que intervenían en la escena, muy emocionados, y ella, una mujer madura, hermosa, a la que la maquilladora daba los últimos retoques. Sólo una frase, unos segundos, frente a un vendedor de helados, y al fondo el lago. Y oigo un Virna. "Oye, Virna", "mira, Virna", "tienes que colocarte aquí, Virna". ¿Virna Lisi, pensé, la que había bordado su papel como Catalina de Médici en La reina Margot? Esperé, curioso, divertido, sin perder detalle. Al fin, todo estuvo dispuesto. Vino el de la claqueta y pronunció el mágico "cámara, ¡acción!". Virna mira a la cámara y pronuncia una frase, inaudible para los presentes. Y ya está, THE END. Pero yo debía salir de dudas y saber ante qué Virna me encontraba. "Scusi, ¿Virna Lisi?", pregunto a uno de los técnicos. Y asiente. ¡Guau!
Roma, también de cine, en Villa Borghese.

martes, 28 de abril de 2009

Fuera de mí, en Roma

El regreso de Roma supuso tomar conciencia de la total desconexión con mi vida diaria que supuso el viaje, y no sólo en lo que se refiere a su rutina, sino también, y sobre todo, a lo que tiene la vida de casa y nicho, espaciotiempo en el que se vive y se muere cada día. Roma supuso ser hombre que anda y que ve (detrás venían los otros cuatro sentidos), completamente absorbido por las piernas movientes y los ojos observantes. Y nada más. Ni rastro de pesadumbre, miedo o ansiedad alguna, de mis sapillos y culebras de cada día. Ya digo, ni rastro.
Sólo yo en Roma, sólo Roma en mí. Salí de mi espaciotiempo habitual y me coloqué en otro, no mi casa ni mi nicho, un estar fuera de mí que era también, a su manera, un gozar de mí.

lunes, 27 de abril de 2009

El guiño de Roma

El guiño de la putana, ¿de quién si no? Vestida de negro con discreta elegancia y un cigarro en la mano, nada señalaba en ella su condición. Cuando ya estábamos a tiro de ojo y nuestras miradas se cruzaron, ¡flash!, vino el guiño, experto, profesional, como si nada y como si todo. Mi mente se puso a funcionar para deducir lo único que era posible deducir, no sin antes comentárselo a Ángel, quien me lo confirmó. Él sabía que en el Trastévere, por donde callejeábamos, ellas hacían su calle. Que una putana de Roma te guiñe el ojo no es cualquier cosa. Es como un guiño historiado, milenario, la Roma puta o la puta Roma insinuándose, por decirlo así, a lo grande y lo tremendo. Y es que Roma es grande y tremenda. Pienso ahora que estaría bien haberle devuelto el guiño, darse la vuelta y observar su reacción: ¿una sonrisa, anillos de humo, un ademán lascivo?
Nosotros seguimos nuestra ruta, en busca de la iglesia de Santa Cecilia que alberga una escultura de esta santa tal y como fue encontrada en las catacumbas calixtinas: talla excepcional, en mármol, de una mujer degollada, obra de Maderna.
Imaginemos que ella, la putana, se llamaba también Cecilia.

domingo, 26 de abril de 2009

Roma

Roma canela y azafrán, teja y oro viejo, el color de sus calles, de su vida a pie de ruta y aire, de vista y peatón, gastado tantas veces y por eso tantas veces más hermoso todavía. Con esta gama en los ojos, entras en las basílicas y te encuentras al hermano mayor y noble, el oro de su mosaicos bizantinos, nunca gastado, siempre en luz, al vivo.
Vida que se gasta y luce en la calle, vida que se preserva y luce en los templos, ¡oh Roma, vieja y nueva, siempre canela y oro!

jueves, 16 de abril de 2009

Peldaño

Tristeza peldaño: aquélla por la que se sube la escalera de la alegría.
Cámbiense en esta ecuación los términos correspondientes y se obtendrán todas las escaleras de la vida.

miércoles, 15 de abril de 2009

Boomerang

El beso que te doy
es el beso que me doy.
Al consolarte,
me consuelo.
Para amarme
te amo.
Perdona esta debilidad mía
de buscarme en ti.

Si me perdonas, me perdono.

martes, 14 de abril de 2009

Miedo echado a rodar

Te ofrezco
el miedo de todos los días.
Te pido
la esperanza de todos los días.

El miedo es ese hijo extraño que criamos los ansiosos. Con el tiempo, con ayuda, con disciplina, vamos sabiendo qué hacer con él, no quedar sometidos a su arbitrio. Si en momentos determinados no lo conseguimos, siempre podemos echarlo al circuito por el que ruedan las gracias de Dios, de modo que, en sus manos, se transforme en bien para alguien, conocido o desconocido, ¿qué importa? Lo que es cardo dentro de uno, echado a ese maravilloso campo que es su seno, puede ser dentro de otro flor, fruto, diamante.

lunes, 6 de abril de 2009

El borrico

"Ellos fueron y lo encontraron como (Jesús) les había dicho. Mientras desataban el borrico, los dueños les preguntaron -¿Por qué desatáis el borrico? Ellos contestaron: -El Señor lo necesita" (Lc 19, 32-34)
No un hermoso caballo ni un lucido camello, no: el Señor necesitaba un borrico para entrar en Jerusalén, como convenía a quien "siendo rico, se hizo pobre por nosotros" (2 Cor 8, 9), montador de borrico por tanto y no de pura sangre majestuoso. Y no iba ser el pollino quien se negase a llevar sobre sus lomos a tan dulce Señor, como se niegan a veces algunos, que se clavan en el suelo y no hay quien los mueva de puro cabezotas. El nuestro, muy al contrario, nunca tantas ganas tuvo de andar, de puro contento. ¡Cómo debieron enderezársele las orejas al saberse solicitado por tan glorioso caballero, o mejor, "borriquero", pues él no era caballo sino borrico! "Los últimos serán primeros": siempre bestia de carga y animal de tiro, sería hoy la montura del Rey de Reyes.

jueves, 2 de abril de 2009

Castilla

Mi amor por Castilla nació a partir de la estancia en Salamanca durante  mis siete años universitarios. Desde entonces se hizo un hueco en mí, me hice un hueco en ella, y ya nunca me abandonó. Me fascina su paisaje, todo lo evocador y legendario de su historia, lo que viene a mí desde su pasado cruzando los siglos y tejiendo España, tejiéndome a mí también. ¡Castilla! Nombran a Fernán González y me emociono; nombran al Cid, y me emociono; veo un castillo en ruinas -mejor si está en ruinas- y me emociono; nombran Burgos, Medina, Zamora, las Urracas, los Sanchos, Alfonso X, Covarrubias, Tordesillas, el Duero, Machado, los Alvargonzález, y me emociono. ¡Castilla! Sus arboles solitarios en medio de las planicies, sus encinas, sus labradíos inmensos, las iglesias enormes, altísimas, avistadas desde lejos, sus pueblos de barro. Cierto, ancha es Castilla, y profunda, y regia, y recia.  E insoportablemente hermosa.