El misterio se dice de muchas maneras. No
significa lo mismo cuando hablamos del misterio de Dios que cuando hablamos del
misterio del mal, el mysterium
iniquitatis. Frente al primero, que es abierto, habitable, envolvente, acogedor,
“penetrable”, como corresponde a la esencia del amor y del bien, el del mal es
impenetrable en la medida en que lo es una roca: pertenece a la esencia del mal
devenir pura nada, no ser, no vida, piedra muerta. Penetrarlo es romperlo,
volverlo añicos, hacerlo saltar por los aires hasta su disipación total, algo que
sólo logrará para todos el Viviente por antonomasia: Jesucristo.
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