Cruzaron sus miradas y la llama prendió. Después todo se volvió un apartar la vista y volver a ponerla, si bien los intervalos en que se sostenían los ojos eran cada vez más largos. Alguien tendría que dar el primer paso, realizar una maniobra de acercamiento, si no querían que la ocasión fuese una ocasión tirada. El atrevimiento los ganaría, la timidez los perdería. X. se levantó y se acercó con una sonrisa a Y.
-Hola.
-Hola.
- ¿Pue…
-Siént…-empezaron a decir, tropezándose.
Pasaron diez años y vuelven a la misma mesa del mismo bar todos los lunes, a las seis, como aquel día.