sábado, 7 de septiembre de 2013

La huella del peregrino

Aunque ya en enero se ve pasar a algún peregrino jacobeo por detrás de mi casa, siguiendo la ruta de la plata, la gran oleada tiene lugar en verano. Fui a caminar hace un rato y me crucé con por lo menos cinco. Los que llegan un viernes por la mañana tienen la suerte de encontrar la iglesia abierta, pues están mi madre y otras señoras limpiándola y adornándola con flores nuevas. Son ellas las que les sellan la compostelana. El resto de los días tienen que acudir a un bar, el bar Toxa.
Mi madre me pone al corriente de su paso y de su origen. Los extranjeros que no entienden el español adivinan sin embargo cuando se les pregunta de dónde son. Responden que de Hungría, de Canadá, de Estados Unidos, de Francia, de Alemania, de Gran Bretaña, de Irlanda, de Puerto Rico... y de distintos puntos de la geografía española.
Para el gremio de la hostelería de Silleda el paso de los peregrinos ha supuesto toda una lotería. Pero no es menor la que representa su sola presencia, el ancho mundo que con ellos viene, la vida que traen consigo y que dejan aquí como un rastro. A cincuenta metros de mi casa, en el chaflán de un edificio se pegó una lámina de pvc en la que se recortaron las letras que componen el siguiente mensaje en gallego: “Se foramos capaces de remontar cara atrás as pegadas dos pasos de cada peregrino...”, seguido por la figura de un peregrino. Debajo se ve un pie de escayola en altorrelieve, flanqueado a izquierda y derecha por el mismo mensaje, ahora pintado, en su versión española e inglesa. El remate, en la parte inferior, es un lema: “Silleda, un alto no camino”, al que subrayan dos flechas amarillas que le indican al peregrino por dónde sigue la ruta jacobea.
“Si fuéramos capaces de remontar hacia atrás las huellas de los pasos de cada peregrino” sabríamos de dónde partieron y por dónde vinieron, que en otro orden de cosas significa saber quiénes son, o mejor, quiénes fueron, cuál era su vida, qué deseaban, a dónde querían llegar.

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