Tocó el despertador, que ponía fin a una
siesta que apenas me había adormecido. Fue entonces cuando, más que acostado en
la cama, me sentí atornillado a ella por una gravedad tan infinita que pensé
que jamás lograría levantarme. Un torpor pesadísimo se había apoderado de mí.
Imágenes extrañas, en las que parecía que me deslizaba y caía de la cama,
ocupaban mi mente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario