Comíamos no hace mucho Matilde y yo en “A Curtidoría”, en la parte
vieja de Santiago.
-¿Por qué, se (me) preguntaba, cuando estaba en la cruz Jesús
dijo: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” y no “yo os perdono” como
había hecho hasta ese momento?
-Es cierto, no había caído en ello. Sí, ¿por qué?
Durante su vida pública es Jesús quien perdona los pecados
porque tiene autoridad para hacerlo: es el Hijo en quien el Padre se complace y
sobre el que baja el Espíritu. Él, por ser el Hijo, puede todo lo que puede el
Padre. Por otra parte, los pecados que perdona no lo tienen a él como objeto
principal, no es él aquél cuyo daño es el que se busca en primerísimo lugar. En
cambio, en la cruz, ¿no es él el objeto único de la ofensa, ofensa al Hijo que es
por ello directísima ofensa al Padre, y así lo siente Jesús en la cruz: que es
su Padre más que él el máximamente ofendido, y debe ser por tanto el Padre
quien perdone a quien daña al Hijo y porque el Hijo se lo pide? Y, desde otro
punto de vista, al sentirse Jesús abandonado por el Padre (“Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has abandonado?”), ¿no siente que le abandona también la autoridad
para perdonar, que deja en manos de su Abbá (“Padre, a tus manos encomiendo mi
espíritu”)?
Y otro apunte: ¿No queda Jesús, en tanto que sujeto que sufre toda la
ofensa (pasión), despoderado para ser el sujeto que la perdone (acción), pues,
crucificado, Jesús es sólo pasión y en absoluto acción?