lunes, 30 de septiembre de 2013

La etiqueta

La etiqueta en una prenda de vestir nos informa de algo sobre ella pero no la suplanta. De hecho, el espacio que ocupa en alguna de sus costuras es mínimo. Lo mismo debiera ocurrir con las etiquetas que se le adjudican a las personas: informarnos escuetamente de algunos de sus perfiles. Lo que es escueto debe quedar siempre como tal y nunca puede ser tomado como el todo al que apunta. Si etiquetar a una persona consistiera siempre y sólo en esto, no tendría por qué ser un problema. Sin embargo lo es, y de ello ya da cuenta el hecho de que la expresión tenga una connotación negativa. Al convertirse la nota en libro, el apunte en cuadro, la persona queda del todo explicada y encerrada en el espacio mínimo de la etiqueta: su complejidad ha sido expulsada y nosotros entonces, eximidos de la dificultosa tarea de entrar en detalles, la cortamos con la misma facilidad con que, con una tijera, cortamos la silueta que hemos dibujado en un papel.

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