Estoy viendo a cuatro adolescentes junto a
la escuela de música manejando lo que parece ser el hilo de una cometa. Me
asomo al balcón para confirmarlo pero no la veo. “Dios, tiene que estar volando
muy alto”. Voy entonces a la terraza para ampliar mi ángulo de visión y, ahora
sí, la veo, allá arriba, muy arriba. Pareciera que a esta altura ya debiera
tener el derecho de soltarse y volar a su libre albedrío. Pero entonces
quedaría a merced del viento, que la llevaría a donde quisiese él y no donde
quisiera ella. Su seguridad estriba en no desligarse del hilo que la permite
volar sin perderse. Puede sentirse libre gracias a que alguien superior a ella
la sostiene.
sábado, 31 de agosto de 2013
viernes, 30 de agosto de 2013
La fe insistente
Abraham le pidió a Dios que no destruyese Sodoma si encontraba en ella cincuenta justos, o sólo cuarenta y cinco, o cuarenta, o treinta, o veinte o sólo diez. Abraham insistió e insistió -tras la primera petición vinieron cinco más- para ganar la voluntad del Señor. Esta lectura del Génesis fue la primera de la misa del domingo 28 de junio, el décimo séptimo del tiempo ordinario. El evangelio del mismo día, como un perfecto eco de esa historia del primer libro del Antiguo Testamento, refrenda el derecho que tiene el hombre a mostrarse insistente ante Dios: “Si el otro insiste llamando, yo os digo que, si no se levanta y se los da (tres panes) por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite”.
Justamente esta fe insistente es la que Jesús se pregunta si la encontrará el Hijo del hombre cuando venga: “... ¿no hará justicia a sus elegidos que claman ante él día y noche? (...) Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?” Entonces no es ya sólo que el hombre tenga derecho a suplicarle a Dios insistentemente, sino que la fe acendrada, la verdadera es la que está sostenida por la constancia rogatoria, que no termina cuando termina el día sino que continúa durante la noche. Tal es la confianza que Dios quiere que tengamos en él, la que lo haga levantarlo de la cama para atender a quien, siendo ya medianoche, acude a él y lo llama no una sino todas las veces que hagan faltan. Cuanta más impetración más oración, cuanta más oración más fe, cuanta más fe más amor. ¿Cómo entonces no ha de quererlo Dios?
lunes, 26 de agosto de 2013
La hybris de la retórica
El rey Lear cava su propia desgracia al
pedirles a sus tres hijas que, antes de entregarle a cada una la tercera parte de su reino, le declaren cuánto es su amor por él . Las dos mayores, Goneril y
Regan, mentirosas y aduladoras, se lo declaran ampulosamente, desconociendo que
al amor le sienta bien la exageración en tanto ésta no vaya más allá de “un
poquito”, como dijo Antonio Machado: “a las palabras de amor / les sienta bien su poquito / de exageración”. Las
palabras de Cordelia, en cambio, son escuetas, breves, justas por ajustadas,
sin ni siquiera ese “poquito” al que tendría derecho. El rey Lear siente regalado
su oído por la verbosidad -¿no acude aquí como una flecha el “palabras,
palabras, palabras” de Hamlet?- de sus dos hijas mayores y desatiende el regalo
de la menor y mejor de sus hijas, Cordelia, el único que es verdadero porque al,
no cegarla la codicia, no necesita expresar su amor con ínfulas que, en este
contexto, serían siempre impostoras. En la medida en que se ajusta a su límite,
evita la hybris de la retórica y demuestra así que su amor es el más devoto, el
más fiel, el más entregado.
viernes, 23 de agosto de 2013
Una plena línea recta
Han pasado tan rápido los años desde que
cumplí los 30 hasta que cumplí los 46 -ahora tengo 48 y el tiempo ha
ralentizado su paso-, que a veces me parece que nada ha ocurrido en ellos, como
si yo hubiera pegado un salto desde una edad hasta la otra. Los treinta
primeros en cambio se me aparecen preñadísimos e infinitamente más lentos.
¿Será que éstos fueron los años de la carga de la munición, de lo que uno iba a
ser, en tanto que los siguientes fueron los del disparo, cuando uno ya era?
Mientras eres boceto y te estás dibujando la vida zigzaguea, sube y baja, se
toma su tiempo, mucho tiempo; cuando te has completado y eres ya el cuadro, o
un primer cuadro, la vida que en ti se ha logrado parece que lo tuviera todo
más fácil y se lanzara, ágil y alegre, hacia delante sobre una plena línea
recta.
jueves, 22 de agosto de 2013
Ligeros
El verano se apresta a hacernos “ligeros,
como los hijos de la mar”: fuera abrigo, fuera jersey, fuera camiseta, fuera
calcetines, fuera bufanda, fuera visera, fuera guantes, fuera zapatos..., fuera
todo si la desnudez, rea de la culpa, no nos avergonzase. Y poco queda: una
camiseta, un pantalón ligero, unas sandalias. Pesamos menos, somos más.
miércoles, 21 de agosto de 2013
Protestas de eternidad
Pasa el invierno, pasa la primavera, pasa el
otoño, pero el verano no: se queda. En la medida que es la estación del fruto
es la estación de la plenitud: sus credenciales son protestas de eternidad.
martes, 20 de agosto de 2013
Noches de verano
En Galicia, tras un día de calor el verano
nos regala noches espléndidas en las que se podría dormir al raso sin ningún
problema. Uno no llega a hacerlo pero lo que sí hace, si quiere conciliar el
sueño, es abrir puertas y ventanas para que circule la brisa. La noche estival entra
entonces a través de las mirillas de la persiana y la sensación que le embarga
a uno es deliciosa. Es como dormir en una cueva pero a la entrada, para no
quedar fuera del alcance de los susurros nocturnos.
lunes, 19 de agosto de 2013
El buen samaritano, el hombre herido
Jesús es el buen samaritano, sin duda. ¿Pero
no es también el hombre que yace herido tras sufrir el asalto de los ladrones?
En su vida activa, expulsando demonios, curando enfermos, anunciando la venida
del reino de Dios, Jesús fue el buen samaritano. En su vida pasiva, padeciendo
y muriendo en la cruz, Jesús fue el hombre despojado de todo y abandonado por
todos.
jueves, 15 de agosto de 2013
Con el espacio, con el tiempo
Los dos inicios más famosos de la historia de la literatura
nos citan uno con el espacio y el otro con el tiempo.
Con el espacio: “En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no
quiero acordarme...” (Don Quijote de la
Mancha).
Con el tiempo: “En medio del camino de la
vida...” (La Divina Comedia).miércoles, 14 de agosto de 2013
Un día diferente
Quiere la tristeza mostrarse especial, sisarnos
la alegría, regalarnos un día diferente.
jueves, 1 de agosto de 2013
¡Valientes! ¡Qué gran fe!
De pronto, se levantó un temporal tan fuerte que la barca
desaparecía entre las olas; él dormía.
Se acercaron los discípulos y lo despertaron, gritándole:
-¡Señor, sálvanos, que nos hundimos!
Él les dijo:
-¡Cobardes! ¡Qué poca fe!
Se puso en pie, increpó a los vientos y al lago, y vino una
gran calma.
Ellos se preguntaban admirados:
-¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y el agua le obedecen!
(Mateo 8, 23-27)
¿Qué tendrían que haber hecho los discípulos
para que las palabras del Maestros fuesen éstas: “¡Valientes! ¡Qué gran fe!”?
Mantenerse en calma, sin despertar a Jesús. Incluso cuando duerme,
Jesús vela.
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