viernes, 30 de enero de 2015

Apuntes sobre Kaurismäki

En todas las películas en color de Kaurismäki aparece el mismo tipo de azul, que le otorga a sus películas una fría calidez. Combina muy bien con el rojo, que quizá sea, con el azul, el otro color dominante. Todos los colores que aparecen en los filmes del director finlandés son sólidos, están bien delimitados, no hay vaguedades ni delicuescencias. Las atmósferas cromáticas son limpias, realistas, desahogadas. Se lo debemos a su magnífico director de fotografía, Timo Salminen.
Es raro que no veamos en algún momento del transcurso de sus historias la actuación de un grupo de pop, cantando en inglés o en finlandés. La cámara se fija en la guitarra eléctrica, en la batería, en el contrabajo, en el cantante. Siempre será un momento vivaz, a un tiempo nostálgico y esperanzado. Menudean también los radio transistores, los tocadiscos, y las antiguas gramolas Seeburg en las que, tras introducir una moneda, se apretaba el botón de la canción que queríamos escuchar.
La cámara cae a veces sobre un personaje que aparece en escena como si fuese una pistola que lo apunta, o un foco de luz que lo atrapa: estupefacto o circunspecto, el compareciente nos parecerá una suerte de Buster Keaton, con su misma cara de palo.

jueves, 29 de enero de 2015

El fin y los medios

El fin no justifica los medios, de acuerdo, pero puede ocurrir que un fin de máxima justicia que no admita demora “justifique” cierto grado de injusticia en el medio sin el cual, aquél, nunca se conseguiría. Se trataría en cualquier caso de situaciones excepcionales, extraordinarias, en el límite, donde para evitar un gran mal habría que cometer otro más pequeño.

miércoles, 28 de enero de 2015

Los Dardenne y Kaurismäki

Enfrentar Rosetta, El niño o El niño de la bicicleta, de los hermanos Dardenne, a casi cualquier película del director Aki Kaurismäki, es poner frente a frente a, por un lado, personajes eléctricos, en perpetuo movimiento, briosos, agitados, y, por el otro, personajes inexpresivos, pasmados, quietos. Tanto los unos como los otros lo que hacen es buscar su lugar en el mundo: los primeros lo hacen con nervio exasperante y los segundos con crispada quietud. Por lo que se ve la urgencia de la vida, que moviliza, puede hacerlo de muy distinta manera.

martes, 27 de enero de 2015

La obra maestra

Si el hombre fue la obra maestra de Dios, bien podríamos ver en los miles de millones de años que tuvieron que pasar hasta que surgió la criatura humana lo que le “costó” a Dios hacerlo, todas las “fuerzas” que tuvo que emplear, y el mimo también, pues no quiso que ninguna de las fases previas a él dejase de aportar su granito de arena. Cuando, después de su paciente e infinito moldeado, lo obtuvo por fin, cuál no sería su sorpresa al verlo tan perfecto, tan complejo, tan parecido a él en cierto modo. Sólo entonces, y muy merecidamente, descansó.

sábado, 24 de enero de 2015

viernes, 23 de enero de 2015

Un resfriado

Un resfriado pone una “a” privativa delante de la hedonía, la patía y la tonía: te vuelve anhedónico, apático, átono. Te resta energías, te roba fuerzas. La mirada, gris, vuelve al mundo gris. El gusto no se deleita con los sabores. Y es un simple resfriado, un rasguño en la piel de la felicidad. Y puede ser tan absoluto el deseo de ésta, tan poco condescendiente, que a la que se descuida ya esté echando pestes contra nuestro humilde resfriado, apenas una penita, que no bien ha llegado y ya se ha ido.

jueves, 22 de enero de 2015

Tendría que inventarlos

Si en la lengua española no existiesen los “casi”, “quizás”, “tal vez”, “acaso”, “puede ser”, “tienden a”, “en determinadas circunstancias”, “algunos”, “no siempre”, “depende”, “no todos”, “según en qué sitios”, “no conviene generalizar”, es decir, si no existiesen Azorín y su “en la vida el matiz lo es todo”, yo tendría que  inventarlos.

miércoles, 21 de enero de 2015

Mi buen Jesús

Siéntate en una silla y apoya la espalda manteniéndola bien recta; las plantas de los pies que se afirmen bien en el suelo, así como las palmas de las manos en las piernas. Repasa de arriba a abajo el cuerpo y desténsalo. ¿El ceño fruncido? Desfrúncelo. ¿Los dientes apretados? Suelta la mandíbula, que caiga, y la lengua que se pegue a los dientes superiores. ¿Tirantez en el cuello? Relájalo. ¿Hombros levantados? Suéltalos también. Libérate en la ley de la gravedad dejando que tu cuerpo se someta completamente a ella, de modo que quede bien asentado y sin la más mínima tensión. Desde el diafragma, inspira y expira después profunda y lentamente; llénate con cada inspiración y vacíate con cada expiración. Relajar la mente es más difícil. No se trata de ponerla en blanco, algo imposible, sino de no prestar atención al desfile de ocurrencias que por ella se pasean; digamos que se trata de dejar que ocurran sin más, sin oponerse a ello. Tú estás a otra cosa; a esto ayuda, por ejemplo, no desviar la mirada del punto en el que debes tenerla fijada. Por último, si haces todo esto para rezar porque, más que discursiva y meditativa, es contemplativa tu oración, acompaña el ritmo de tu respiración con tu jaculatoria favorita. La mía es “mi buen Jesús”.

martes, 20 de enero de 2015

Un voto de silencio

Algo muy fuerte dentro de mí, de un tiempo a esta parte, me escora hacia la mudez, postula un voto de silencio, el que tanto les envidio a los hermanos cartujos. Libres quedan de juicios, de maledicencias, de cotilleos, que deberán ir acompañados, claro, de silencios de la mente, para que no haya tampoco malos pensamientos, y de silencios del corazón, para que no haya malos deseos.

sábado, 17 de enero de 2015

Qué más da

Es necesario tener muchos “qué más da” o “qué importa” no ya para sobrevivir sino simplemente para vivir. Yo muchos ya los tengo por instinto, antes de toda programación, y creo que cada vez acumulo más. Más que por desprecio u orgullo, quisiera tenerlos por santa indiferencia, teniendo puesto el corazón en lo que verdaderamente importa, y así que me brotasen de él, de su abundancia y no de su vacío. 

viernes, 16 de enero de 2015

Mi tío Luis

Cuando se despidió de su cuñada, mi tía Concha, y de su hermano, mi tío Darío, mi tío Luis, mercedario de 86 (casi 87) años, que vive actualmente en Sevilla, les dijo que, si se muriese allá (en Híspalis), que no se molestasen en cruzar la península, que los agobios iban a ser muchos, que tan bien enterrado  quedaría en la ciudad andaluza como en Galicia y más razones por el estilo. Darío añadió algo bien hermoso y elemental: “Además el papá Dios también está allí”. Mi madre, muy sorprendida, frunció el ceño cuando se lo referí: “yo que pensaba traérmelo para aquí”. No menor fue la sorpresa de mi hermano Rodrigo y de otras hermanas a las que se lo comenté. Yo dije en algún momento que me causaba alegría la naturalidad, no aplomo, naturalidad sin más, sencillez, confianza, lo bien dispuesto que estaba a embarcar y poner rumbo a la otra vida, “a mejor vida”. Esto de “pasar a mejor vida” lo podemos decir los cristianos con fe segura e íntima convicción: el dicho popular en nuestra boca se convierte en dictum brioso y alegre. 

jueves, 15 de enero de 2015

La silla y la butaca

Hace no sé cuantos años mi padre mandó construir a un carpintero un escritorio y un silla a juego en madera de castaño. Tienen la reciedumbre y la belleza de las cosas que hacían los menestrales de antes. La silla es de espalda ancha, con apoyos para los brazos, salomónicas las patas y los travesaños; años más tarde se almohadillaron su respaldo y su asiento, lo que la hizo “habitable”; la utilice durante un larguísimo tiempo para sentarme ante el ordenador y escribir; en los tiempos de espera colgaba mi pierna izquierda sobre el apoyabrazos y me giraba hacia el balcón, para ver y mirar. Un buen día decidí cambiar mi vieja hamaca de jardín, en la que leía, por una butaca en condiciones, y de paso decidí también que sería ella el asiento para mi escritura; el tiempo de espera, dado el cambio de infraestructura, exigía un cambio postural; ahora, en un cojín que pongo sobre la mesa, enfrente de la pantalla del ordenador, apoyo la frente y cierro los ojos. ¿Y en qué ha afectado todo esto a mi contrato con las musas?

miércoles, 14 de enero de 2015

Bajo un cono de luz

Algún fallo eléctrico retrasa el encendido de las farolas y por eso están las calles sumergidas en la oscuridad. Yo, en cambio, estoy sumergido en el cono de luz que el flexo me regala cada día, y bajo él aguardo. Mi vida es justamente esto, esperar bajo un cono de luz.

martes, 13 de enero de 2015

Las licencias del humor

Yo, si fuera musulmán, no me sentiría ofendido por esta portada del diario satírico “Charlie Hebdo”, sino todo lo contrario. El dibujo no caricaturiza a Mahoma. La primera acepción de “caricatura” en el DRAE reza así: “Dibujo satírico en que se deforman las facciones y el aspecto de alguien”. No veo yo en la portada que comento ninguna deformación beligerantemente irrespetuosa de las facciones ni del aspecto de Mahoma. La segunda acepción es la siguiente: “Obra de arte que ridiculiza o toma en broma el modelo que tiene por objeto”. Dejando aparte lo de la obra de arte, que no nos importa aquí, tampoco creo yo que la portada ridiculice ni tome en broma al profeta. Éste, por el contrario, queda muy acreditado por lo que en la viñeta dice: “Es difícil ser amado por idiotas”. Juzga a sus seguidores asesinos convenientemente, quedándose muy corto, a los que no soporta ver. Por eso se tapa los ojos con las manos. “Me deshonráis, me infamáis”, podría añadir. La gran mayoría de los musulmanes estaría de acuerdo con este juicio fulminante que emite Mahona en la portada del diario parisino. Fijémonos ahora en esta otra portada. “El Corán es una mierda, no detiene las balas”, leemos en ella, y por no detenerlas atraviesan el cuerpo de un islamita. Como buen musulmán, ¿me sentiría esta vez ofendido por lo de “el Corán es una mierda”? Sí, del mismo modo que me sentiría ofendido como el cristiano que soy si, en los siglos de las cruzadas, leyese “la Biblia es una mierda, no detiene las espadas”. ¿No habría manera de, sin cambiar la imagen, cambiar el texto, poniendo algo así como “las balas de estos idiotas ni siquiera las detiene el Corán: son tan estúpidos que lo ignoran”, o cualquier otra cosa parecida?
El humor no tiene todas las licencias: esto no hay que olvidarlo nunca. Después dirán unos y otros que los que pensamos así somos muy susceptibles, que no tenemos sentido del humor, que hay que ver qué poca flexibilidad, en fin que qué desgraciaditos somos por plantarle un “¡Alto ahí!” a cierto tipo de humor. Pues vale.

viernes, 9 de enero de 2015

Los primeros recuerdos

Mi primer recuerdo es muy brumoso, lo veo a través de una profunda niebla: estoy al lado de la cama donde yace enfermo mi abuelo Jesús (fue él el que quiso tener un nieto, y ése soy yo, con su nombre). Dado que murió en el año 1969 tenía yo cuatro años.
El segundo, y serían cinco mis años, me trae a la memoria el que es hoy el actual ayuntamiento y que en el entonces de mi recuerdo albergaba una escuela. Veo la amplia acera de enfrente, donde pasábamos los recreos; tenía que ser uno de los cursos de parvulitos (¡qué hermosa y tierna palabra!). Al lado estaba el cuartel de la guardia civil, con su correspondiente calabozo, en el que estuvo durante una temporada un preso. Temerosos y llenos de curiosidad nos acercábamos, furtivamente, a ver lo único que era posible ver: la ventana con sus barrotes. ¿Se asomó el preso alguna vez a ella y llegamos a verlo nosotros? Puede que sí, pero en cualquier caso no quedó registrado en mi memoria.
En mi tercer recuerdo, y tendría entonces seis años, me veo parado en mi primer día de colegio en la entrada del Colegio María Inmaculada, y a continuación en el aula del curso que debería corresponder al que es hoy primero de Primaria. Las mesas y sillas, pequeñitas, eran de color azul; una de ellas la ocupaba Araceli, que sería después una mis grandes amigas de la niñez, infancia y adolescencia. Desgraciadamente moriría con 44 años de un edema pulmonar.

jueves, 8 de enero de 2015

Natanael

Realmente es asombroso que Natanael creyese en Jesús (“Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel”) simplemente porque éste le había dicho que lo había visto debajo de la higuera (“¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees?”). Pero seguramente Natanael no sólo se sintió visto por Jesús sino sobre todo mirado, más aún admirado (“Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño”), es decir, amado.

miércoles, 7 de enero de 2015

Las dos partes del vaso

El optimista incorregible que nunca ve la parte vacía del vaso se equivoca: debiera corregirse. El pesimista incorregible que nunca ve la parte llena del vaso se equivoca: debiera corregirse. El primero pronuncia un presuntuoso “¡ya está!” y se cruza de brazos; el segundo pronuncia un desesperado “¡nunca nada!” y se cruza de brazos. Puesto que tenemos dos ojos seamos realistas y veamos las dos partes del vaso, la llena y la vacía: ya hemos conseguido mucho, y por eso no desesperamos; nos falta mucho por conseguir, y por eso seguimos luchando.

lunes, 5 de enero de 2015

La universidad

Yo pensaba que en la universidad me iba a encontrar con tribunas ocupadas por genios, verdaderos magos del saber y de su transmisión. No fue así. Había un puñado de buenos docentes, conocedores acreditados de su materia, y después, aparte, muy por encima, Olegario González de Cardedal, el catedrático de cristología. Los demás, por comparación, resultaban agraviados. Nadie sabía tanto como él, nadie hablaba tan bien como él, nadie transmitía tanta pasión como él. Por ser mis exigencias y mis expectativas tan altas con respecto a la universidad, me sentí, ¿injustamente?, defraudado por ella; en algún momento de la carrera, quizá en el cuarto curso, sentí un aburrimiento mortal y más de una vez se me pasó por la cabeza tirar la toalla. En el recuerdo, me veo como un estudiante mucho más entusiasta en la etapa de BUP y COU que en la Universidad. Y de repente, ahora, veo una posible razón: llevábamos deberes para casa, lo que suponía, en cierto grado, investigar y poner a trabajar las propias fuerzas intelectuales; el profesor, al día siguiente, podía llamarnos al encerado a resolver un problema o a dar la lección, y hacerlo con éxito era un sumo placer intelectual. En la universidad no hubo nada de esto: desde el comienzo de la impartición de la materia respectiva hasta la rendición de cuentas en un único examen no se nos exigía nada en el intermedio, ningún “deber” investigador llevábamos para casa. Es cierto que lo que ahora echo de menos lo echaría de más si tal cosa hubiese ocurrido: ¿deberes en la universidad? Venga ya, que somos mayorcitos. Pero fue precisamente el “deber” de hacer la tesina la que me devolvió la felicidad en los dos últimos años de la carrera. Uno volvía a ser un sujeto intelectualmente activo, al verse exigido a culminar un proyecto investigador. En mi caso esto fue absolutamente fruitivo.
Estas dos cumbres, las clases de Olegario y mi estudio de la obra de Ernesto Sábato, tema de mi tesina, salvaron mi experiencia universitaria. Debiera haber habido más; desgraciadamente, no las hubo.

sábado, 3 de enero de 2015

El invierno

El invierno es felizmente contradictorio. La estación de los fríos, los hielos, las lluvias y las nieves es también la que ve crecer el poder del sol, la duración de la luz: desde su inicio, el invierno porta en sí la semilla que lo destruirá. Es por eso la estación más traslaticia, la menos independiente, la más alejada de sí misma. Ojalá que todos los inviernos de nuestra vida sean así.

viernes, 2 de enero de 2015

Fuerza bruta

Todo integrismo, y sectarismo, es una fe sin inteligencia, sin autocrítica ni confrontación con las demandas de la realidad, siempre cambiante. Los depósitos de la fe de los integristas y sectarios están siempre cerrados a cal y canto, carecen de ventanas y por ellos no circula nunca ningún tipo de aire. Al carecer de inteligencia carecen también por eso de capacidad de diálogo, y el adversario con el que deberían medirse racionalmente es siempre un enemigo al que hay que abatir. Son autistas, narcisistas (aquí demuestran tener un pésimo gusto). Siempre creen tener razón precisamente porque no hacen uso de ella. En el fondo son seres tremendamente débiles por haber expulsado fuera de sí mismos la fuerza de la inteligencia, de modo que ya no podrán ser fuertes sino haciendo de la misma fuerza su única inteligencia: una fuerza así es siempre una fuerza bruta.