Mi súper yo aspira a ser un hombre de serenidad
clásica y, desde su tribuna, le lanza regañinas a mi yo cuando no consigue
serlo. Éste ha comenzado a hartarse y cualquier día lo va a mandar a paseo.
Cada vez se convence más de que prefiere ser un payaso que gesticula, que se
pone nervioso, que mueve mucho los brazos cuando habla.
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