miércoles, 26 de diciembre de 2018

El jersey


Su mujer le había comprado un jersey que tenía la cara de un alce. Hasta aquí todo bien. Lo que ya molaba más eran las bolas que colgaban de él y que se suponía que eran los cuernos. Era inevitable agarrarlos como si fuesen pezones, retorcerlos a un lado y a otro y mirarlo a la cara diciéndole: “Caramba, Paquito, qué jersey tan gracioso te ha comprado tu mujer”. Él, que no le iba en zaga a nadie cuando se trataba de ser un socarrón, seguía la broma y la aumentaba hasta extremos delirantes. Al final, todos acababan muertos de risa.

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