lunes, 18 de junio de 2012

El hordio


De niños, eran dardos que nos lanzábamos unos a otros y que se quedaban clavados en nuestros jerséis. Pedían a nuestros ojos infantiles ser flecha, y esa es la imagen que quedó en mi retina y a cuya luz los sigo viendo cuando, avanzada la primavera, aparecen en el campo. Su dibujo de espiga es muy nítido, perfecto, obra de un experto tejedor: una sucesión de agudísimos triángulos incrustados unos sobre otros, y de los que nacen hilos duros que le otorgan un aire regio, y volador.

2 comentarios:

Inmaculada Moreno dijo...

Me encanta esta serie (esta etiqueta) en la que describes cosas comunes con tanta poesía.

Jesús dijo...

Gracias Inmaculada.
"En cada cosa humilde hay un ángel", decía Georges Bernanos.