Introduzco el dedo meñique en la
campanilla. De un lado están los estambres y el pistilo, que también hace las
veces de badajo. Del otro, una alfombra blanca moteada por puntos cuyo color
violeta es más oscuro que el de la propia campanilla. Dentro de ella la abeja
se encuentra muy a gusto porque nadie la ve. Observo que en la entrada hay unos
pelitos blancos, muy finos. ¿Constituyen una pequeña defensa, un ejército minúsculo?
Agito el tallo y no oigo las campanadas. Lo vuelvo a agitar acercándolo más a
mi oído y sigo sin oírlas. ¿Las sentirán los insectos? Mi campanilla se ha
soltado. Ahora tiene dos aberturas; la del otro lado es más pequeña. Miro a su
través y lo que se ve se ha reducido de tamaño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario