En las relaciones humanas, cuanto antes nos encontremos los
unos a los otros la aguja de marear mejor que mejor. Saber que con este tengo
que girar a babor, con ese a estribor, con aquel mantenerme siempre en la misma
latitud y con aquel otro en la misma longitud, me evita más de un naufragio. Y
me da cierto gustirrinín verme ya situado en el mar de un prójimo para poder
navegarlo con calma gatuna. Lo vivo como una pequeña victoria del conocimiento
de la vida que ya uno va teniendo. Para llegar hasta aquí, como es obvio, he
tenido que hundirme y embarrancar más de una vez. Pero ha valido la pena. Y en
casi todas las brújulas, por no decir en todas, hay un punto fijo: saber callar
a tiempo.
2 comentarios:
Sabia entrada. Y, además, muy humana, muy asertiva.
Muchas gracias, Inmaculada.
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