domingo, 18 de noviembre de 2018

Sigo soñando

Estoy en verdadera racha onírica. La pasada noche fue larga a este respecto. De entrada, me las vi con una camada de cachorros caninos. Eran cuatro y de dos desconfíe por completo y de los otros dos me enamoré al instante. Como no paraban me cansé lo indecible pues mi intención era domarlos para que obedeciesen la voz de su amo. Creo que esta parte del sueño acabó mal, con mis perritos perdidos y muertos en algún lugar oscuro y tenebroso. Aquí, de refilón o al final, se coló la historia de la recomposición salvaje de un perro para convertirlo en una máquina asesina, como si alguien hubiese tratado de transformar un dálmata en un dóberman mortífero.
Después me vine a terrenos musicales. Mi hermana Lucía (ella y mi hermana María siempre están muy presentes en mis sueños) y Toño, su marido, habían reclutado a una especie de hombre orquesta para que actuase de pasacalles en la fiesta del pueblo. Aquí y allá se me cuelan unos flashes en las que lidio con mi ropa, pensando en si me pongo una o si me ponga otra. Tras un giro inesperado, estoy bajando del campanario de la iglesia de mi pueblo por una escalera empinadísima y en espiral que parece haberse estrechado repentinamente. Llamo a mi madre, que se ha quedado arriba, para que baje.

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