viernes, 30 de noviembre de 2018

Los cuervos

Bajé a la huerta a darme un oreo. El día iba ya de caída. Los cuervos, siempre mañaneros, son también los que con sus graznidos marcan la hora de vísperas. Llevaba mi cámara por si pillaba algo interesante. Para mi sorpresa, al final de la huerta, que da a una calle en la que todavía no hay casas, apareció L., que había bajado del coche a hacer pis. Le eché el alto en plan policía vigilante de las buenas costumbres pero la vejiga es la vejiga y, resuelto a no aguantar más, se acercó al árbol a desaguar. Me siguió hablando tal cual y yo me di la vuelta para respetar su momento íntimo. Después se marchó y yo proseguí deambulando. La luna crecía y yo intenté obtener una buena foto. Ante los malos resultados, desistí. Tuve más suerte con una banda de cuervos, que cubrieron todo el rectángulo de la foto sobre un cielo cada vez más oscuro, mientras el ángulo inferior izquierdo lo ocupaban las ramas de un arbusto.

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