Si gustas de la soledad y de ver pasar la vida,
antes de entrar en un bar o en una cafetería, comprobarás si hay alguna mesa
libre al lado de la ventana. Querrás ese mirador privilegiado que es todo
cristal, al otro lado del cual la calle es la pasarela de los maravillosos
seres humanos, portadores de misterios y protagonistas de aventuras sin cuento.
Como tu sensatez, o ni siquiera esto, sino más bien tu aversión al solipsismo
tecnológico te ha librado de la wasapmanía, tendrás, además de manos libres,
ojos igualmente libres para ver lo qué pasa, que es siempre un quién pasa.
Cuando vuelves los ojos hacia dentro es para que caigan sobre el libro que
tienes abierto.
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