martes, 27 de noviembre de 2018

La ratonera


No sé cuántos roedores hay en el desván de mi casa. Mi madre y yo ya llevamos un tiempo escuchándolos. Frenado por mi proverbial pereza para según qué cosas, no ha sido sino hasta hace poco que decidí exterminarlos. Una vecina me habló de unas ratoneras que los atrapan pero no los matan y que había comprado en Amazon, ratoneras animalistas, vaya. No sé yo si esta vecina mía es animalista o no, pero el caso es que después los ratones que caen en la trampa se los echa a los gatos. Éstos aguantan el tipo como animalistas un rato mientras juegan con los roedores y tal pero al final se los comen, claro. Llevado por la curiosidad, me hice yo también con estas ratoneras, aunque no sabía lo que iba a hacer con un ratón atrapado, sí, pero vivo y coleando. Ya veríamos.
Y llegaron, dos, de plástico y de color verde. El funcionamiento es sencillísimo. De un lado pones unos trocitos de chorizo, por ejemplo. El ratón, atraído por el olor y el hambre, entra por el otro lado de la trampa y queda atrapado al pisar la palanca que cierra la portezuela. Después las puse en el desván y decidí esperar unos días.
Pasado este tiempo subí con cierta aprensión porque a mí los ratones me dan asquito. ¡Allí estaba el sujeto, y muerto! De haber sido yo animalista con pedigrí me habría dado un soponcio pero lo único que hice fue preguntarme por la causa de su muerte. No podría haber sido otra que el hambre. No pensé más en ello. Bajé la ratonera con la víctima y tiré el ratón a un muladar de la huerta.

1 comentario:

Josefina dijo...

Otra razón -aparte de la del hambre- puede ser que los fabricantes, para vender más, hagan creer a los animalistas que esas ratoneras no matan a los pobrecitos ratones cuando en realidad... Bah, de mala que soy nomás, digo esto.