Hace unos días soñé que estaba con mis hermanas
en una habitación de una ciudad extranjera. No sé cómo habíamos acabado allí
pero lo emocionante es que era donde vivía ¡San Juan de la Cruz! ¿Hasta qué
punto influyó en este sueño el hecho de que por la tarde, mientras leía la
novela El despertar de la señorita Prim,
me topé con la expresión “eremita urbano”? Y es que tal era la descripción que
convenía a nuestro San Juan de la Cruz. Su rostro traslucía una inmensa
caridad, un amor infinito, una cualidad tal que te entraban ganas de
arrodillarte y lavarle los pies. Nos abrazó a cada uno de nosotros con un
cariño indecible. Sentí que quería ser como él, estar donde estuviese él. Fue
un sueño extraordinario.
1 comentario:
¡Me encantó! ¡Qué cosa linda son los sueños! Este tipo de sueños, en que el objeto del mismo, el sentimiento del sujeto que lo sueña, y la causa probable que lo generó, son así de buenos.
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