Las gotas quedan prendidas en el alambre donde se cuelga la
ropa. Parecen un enorme ciempiés.
¿Y de qué lado tienen los ojos? No lo sabemos. A lo mejor cada
una de ellas es un ojo que no necesita girar sobre sí mismo para verlo todo a
su alrededor.
Imagino que corre por el alambre un ronroneo de agua que
constituye su conversación íntima.
Se echarán a volar sobre los rayos de sol si es
que no las ha sacudido antes una mano amiga.
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