En los
encuentros sexuales presididos por el único interés de procurarse placer, ¿se
peca contra la dignidad del cuerpo y del sexo, a los que sólo el amor situaría
a su verdadera altura? ¿Contra la de este mismo amor, que se vería así
desplazado por el mero deseo? ¿Contra la dignidad de los dos sujetos, que
perderían en este primer peldaño su vocación más alta? ¿Se rebaja el ser humano
cuando practica el sexo sin amor? ¿Tiene que esperar a que se encienda esta
segunda vela para no abrasarse en la de la mera apetencia del otro? Tales encuentros,
cuando no gozan de la plenitud que ciertamente sólo el amor les otorga,
¿siempre y en todo caso son torpes? ¿Hay sólo culpabilidad y ninguna inocencia
en el libre juego de los deseantes?
2 comentarios:
Muchas preguntas...
A la del final, yo diría que a la vez primera, puede; a la segunda, creo que ya no.
Estoy de acuerdo contigo, CB. A la segunda ya comienza el "comercio carnal".
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