El beso era su
primer mordisco, el que anunciaba los que vendrían después, cuando ya se
hubiese convertido en felina, como si besar fuera ya morder y morder continuase
siendo un beso. En un crescendo del que nos informa el poeta -“mirar, tocar,
besar, lamer, morder” (Félix Grande)-, su deseo terminaba siendo antropófago,
caníbal, desgarrando y engullendo el cuerpo del deseado.
(Inspirado en La mujer
pantera, de Jacques Tourneur).
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