-No me mire así, se
lo suplico.
-Te miro como me da
la gana.
-Por favor...
-¡Por favor, por
favor! ¿No sabes decir otra cosa?
-¡Déjeme!
-¡Ja, ja, ja, ja,
ja!
-¡Déjeme, márchese!
-¡Oh, pobrecito! ¿Te
echarás ahora a llorar? ¡Ja, ja, ja, ja, ja!
La risa sigue
creciendo y creciendo. El hombrecillo, en el suelo, esconde la cabeza entre las
piernas. Sus lamentos explotan en llanto. El gran hombre, afinando aún más su
crueldad, roza su cara con las yemas de los dedos haciendo como que lo acaricia.
El pequeño intenta eludirlo ovillándose tanto como puede.
-No existes.
-¡Marche, déjeme!
-No existes,
gusanito, no eres nada.
-¡...!
-¡Ja, ja, ja, ja,
ja!
Y otra vez la risa le taladra las entrañas, obligándolo a
recogerse más sobre sí mismo.
1 comentario:
Angustioso. Aterrador
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