S. me cuenta que cuando estudió filosofía en la Complutense, entre el profesorado había un cojo, un manco, un sordo y un ciego. Faltaba un mudo para completar la manita. Con que se tenga cerebro (¿y corazón?), puede uno dedicarse a la filosofía. Tampoco se necesita ser guapo. Sócrates era muy feo.
2 comentarios:
El mudo habría sido el más sabio.
Sí, al menos en todas las ocasiones en que dar razón de las esperanzas y de la Esperanza, también de los asuntos que se traen entre manos los filósofos, sólo se puede hacer con el silencio.
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