Agarras su mano sobre tus piernas y permanecéis así una eternidad, aunque tras un rato es sobre su regazo donde descansa tu mano entre las suyas. ¿Pero qué cambio es éste si ya no es seguro hablar de dos regazos y sí lo es decir que hay uno sólo, el de los dos? Deslizas el índice sobre el perfil de su mano; subes hasta la yema del meñique, bajas hasta la curva que hace con el anular, subes, bajas…, hasta el otro lado, donde el pulgar nace, demorándote en hacer círculos sobre el pulpejo. Con los dedos tamborileas después en su palma, ¿o son cosquillas? Te inclinas y la besas, y con ella pegada a tus labios te enderezas y dejas que la pasee sobre tu rostro. Si no significase ya lo que significa, ¡qué bonito sería decir que hacéis manitas!
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