Es la primera vez que he tenido el deseo de tener un vaso con flores en mi cuarto. “Mamá, ¿me lo haces?” Le encanta hacerlos, no en vano lleva un montón de años preparando los de la iglesia. Su nota es siempre delicada, sin estridencias, no poniendo más que lo necesario, tanto en lo que respecta al volumen como al color. Sólo lo justo, lo que es justo, mamá. Ya se inclinan las ramas, y también las rosas, aunque no todas pues una se mantiene todavía erguida. Los dobladillos de los pétalos anuncian su retiro, frunces de un adiós, “otras vendrán tras nosotras, amigo”.
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