Fueron mi madre y una pequeña parte de la familia, que incluía a mi sobrina Martina, de tres años, a visitar la tumba donde está enterrado mi padre. Se le había dicho que iban a ver al abuelo Luis, al que no conoció, el cual, por no sé qué extraña razón, trocó ella en “tío Luis”, y que fue lo que iba repitiendo a cada poco. Una vez ante el nicho, le explicaron que al “tío Luis” tras morir lo habían metido allí pero que ahora estaba en el cielo.
-¡Qué romántico! -, exclamó Martina.
-¡Qué romántico! -, exclamó Martina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario