Algunos descarríos se abandonan no por virtud, sino por aburrimiento. Lo que no consigue la primera lo logra el segundo; no hay victoria sino mero devenir, porque la cuota de “plenitud” de aquéllos se esfuma y sólo queda su vacío. Si no pretendemos substituirlos por ningún otro, puede consolarnos el hecho de que ya no seguiremos buscando donde sabemos que no hay nada que encontrar.
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