Mario Landía no quiso someterse a la prueba de
infertilidad por temor a que revelase que era él el causante de que no
tuvieran hijos y quedase así en entredicho su virilidad. Pero lo que entonces
se puso de manifiesto fue su cobardía, y de paso su egoísmo, pues la prueba
podría haber revelado una mera disfunción de fácil arreglo que les hubiese
otorgado la posibilidad de tener hijos. Su mujer se dio cuenta entonces de que su
marido era un hombre débil y no tuvo más remedio que aceptarlo. Luchó para que
de su desilusión no naciese ningún tipo de amargura que acabase minando los
cimientos de su matrimonio. A él no se le ocultó sin embargo que su decisión
supuso para ella un duro golpe, pero esto no le hizo cambiar de opinión. Con
una mezcla de descaro e ingenuidad no dudó ni por un momento que su mujer no se
lo tendría en cuenta.
viernes, 29 de julio de 2016
lunes, 25 de julio de 2016
Un tipo: 8
Nada más empezar el día la lengua debía posarse fláccida debajo del paladar y tocando los dientes. Esto lo había aprendido en sus clases de yoga. En tanto consiguiese mantenerla en esta posición se sentiría relajado. Sería él y no sus nervios quien dominase los avatares de la jornada. Y también la cara debía caer hacia la mandíbula, donde debía reposar, sin que ninguna estría mostrase ningún tipo de tensión. Enviaba así una orden a su psique y a su espíritu: mantenerse tranquilo.
Le daba una pereza inmensa ponerse a hacer una serie de cosas que tenía pendientes: registrarse como usuario en la página web de la compañía de seguros de su coche, revisar la vista antes de comprar el siguiente pack de lentillas, cumplir un recado que le había pedido su hermana e ir a la farmacia. Eran servidumbres que hacía medio arrastrándose, porque le gustaría poder estar siempre sentado en su sillón, leyendo, escribiendo, viendo una película o escuchando los ruidos que le rodeaban.
Le encantaban los ruidos, todos los ruidos, que podía oír desde su despacho: el tránsito de los coches, los pasos de su tío en su habitación, el crujir de la madera del suelo, los que causaba su madre en la cocina, el de los gallos y las gallinas... Al no estar sujetos a ningún ritmo, se sentía ante ellos más cómodo que ante los sonidos regulados de la música. Esta le hubiese exigido una atención, una obediencia, que no estaba dispuesto a ofrecer.
En su última cita con el médico este le había quitado dos pastillas, lo que era una buena noticia pues significaba que su salud había mejorado, pero mientras su sistema nervioso no se acostumbrase a su ausencia hasta dejar de echarlas de menos por completo, se las tendría que ver con noches medio insomnes y una especie de aceleración interna durante el día. Además estaba ese dolorcillo de cabeza casi continuo, como el producido por una diadema que alguien le había puesto sin que después se hubiese acordado de quitársela.
Le crispaba pensar en acciones futuras, incluso en las más inmediatas, y se decía entonces: “no” y desarrugaba el entrecejo. La calma volvía. Todo debía hacerlo sin ansia, como quien come despacio para saborear mejor los alimentos. La acción presente, el ahora, es quien mandaba, y a ella debía someterse si quería ser libre.
viernes, 22 de julio de 2016
Hugo Lamón
Hugo Lamón dejó de hacer prótesis dentales una
vez que el dinerillo extra que conseguía con sus juegos en la Bolsa dio pasó a
grandes cantidades de dinero gracias a sus cada vez más finas habilidades
financieras. Su padre además le había dejado como herencia un piso grande en
una urbanización de lujo, de modo que estaba libre de la carga de una hipoteca
y de las muchas que hubiera tenido si fuera una persona que gastase mucho. El
día podía pasarlo entonces en casa, donde tenía varios ordenadores encendidos,
en cuyas pantallas se veía como subían y bajaban las cotizaciones en las Bolsas
más importantes de todo el mundo. Con un gin tonic en la mano, su bebida preferida,
y la música de Metallica sonando a todo trapo, a cuyos sones bailaba de vez en
cuando, se permitía el lujo de hacer lo que le viniera en gana durante el día,
sin horarios, ni jefes, ni antipáticos compañeros de trabajo. En torno a las
ocho de la tarde, tanto en invierno como en verano, su grupo de amigos más
íntimo se reunía con él en su casa, lo que aprovechaba Hugo Lamón para explicarles
los entresijos de los parques bursátiles. Su madre, a la que adoraba, vivía en
una aldea a más de noventa kilómetros de distancia. La visitaba todos los fines
de semana y siempre acudía a su lado cada vez que ella, fuera cual fuera la
razón, lo llamaba. Su padre había muerto nada más aterrizar su avión en España después
de más de treinta años de estancia en Caracas. Él había nacido en esta ciudad
y, cuando tenía diez años, se vino de vuelta a España con su madre. Nunca le
contó a nadie lo que había pasado, y las cuentas que su padre pensaba saldar
con su mujer y con su hijo nada más aterrizar el avión quedaron definitivamente
enterradas. Ni a él ni a su madre les importó demasiado.
miércoles, 20 de julio de 2016
Mejías Lamadrid
Mejías Lamadrid volvió al cabo de los años a su pueblo natal, acompañado por una mujer joven y dos criaturas. Había llorado bien a sus muertos y por eso sus ojos parecían siempre recién lavados. Eran pobres y se defendían como podían, trabajos esporádicos aquí y allá y alguna que otra ayuda pública. Lo primero que hicieron nada más llegar fue matricular a sus hijos en el colegio. Muy de cuando en cuando se permitían el lujo de tomar algo en la terraza de alguna cafetería y entonces todo el mundo podía comprobar que eran felices. Algunos de los antiguos amigos de infancia de Mejías Lamadrid se sentaban a veces con ellos. Uno que lo espiaba siempre desde lejos, un funcionario público, lo envidiaba al verlo siempre tan relajado y contento. Desde que lo había atendido en el colegio en el que había matriculado a sus hijos, cuando se cruzaba con él lo saludaba. Lamadrid le respondía tímidamente y con afecto. Esto duró muchos meses. El funcionario lo echó de menos cuando un buen día dejó de cruzarse con él. Quizá es que había encontrado trabajo y ya no podía estar en la calle a la hora en la que siempre pasaban el uno al lado del otro. Esperaba con ansia que acabaran las vacaciones y comenzasen las clases para verlo de nuevo trayendo a sus hijos al colegio.
martes, 19 de julio de 2016
César Dares
César Dares multiplicaba sus actividades en torno al deporte. Había sido durante muchos años entrenador de voleibol y últimamente el ayuntamiento de su pueblo lo había fichado para gestionar el área deportiva, centrada sobre todo en niños y jóvenes. Era grande y fuerte, de voz ronca, con labios abultados y pelo corto, duro y rizado. Su sombra protegía aquello que alcanzaba, que era mucho. Los niños lo adoraban.
Después de morir se supo que su matrimonio no había ido todo lo bien que en su momento se había esperado. Su mujer era mayor que él y menuda, de sonrisa difícil, áspera y a veces contestona. La nueva dueña de la peluquería en la que había trabajado durante años en cuanto pudo la despidió. ¿Había sido el de ellos un matrimonio imposible desde el principio, la ternura y la acritud batiéndose sin encontrarse nunca?
La madre de César Dares había sido tan delicada y hermosa como una flor, combada al final por los años, no así su voz, que permaneció clara y pura hasta el final. La noticia de que su hijo había caído fulminado por un ataque de corazón mientras estaba apoyado en la barra de un bar la cogió misteriosamente prevenida, como si fuese algo que esperaba desde hacía tiempo. Se derrumbó por dentro, pero por fuera mantuvo la apostura que siempre había definido su vida, sus claros límites.
sábado, 16 de julio de 2016
Maribel Deburgos
Maribel Deburgos era chepuda y cristiana vieja.
Las lanzaba con honda y ay de aquel que no esquivase a tiempo sus invectivas.
No era tan así sin embargo para quien supiese interpretarla, cualquiera que la
conociese de antiguo. Lo acre, más que acre era directo, directísimo, como un
golpe certero, y solo había que, como buen púgil, saber encajarlo. Le era dable
entonces al receptor de sus palabras percibir bajo ellas no otra cosa que su
ninguna gana de enredar a nadie con circunloquios que no llevaban a ninguna
parte. Ella estaba siempre en una muy concreta, pues no entendía que se pudiese
estar de manera distinta. ¿A qué entonces andarse con rodeos? Si esto es así
digamos que es así y si esto es asá digamos que es asá. Para ella todo era
plano, no un diamante con múltiples facetas. El matiz le caía muy lejos y
serían otros los que debían ir a buscarlo. Las penas de la reflexión no la
concernían.
miércoles, 13 de julio de 2016
Una tipa: 7
De niña jugaba al fútbol tan bien o mejor que los niños. En una foto del álbum familiar aparecía, vistiendo la falda a cuadros y plisada del uniforme del colegio, sobre la bicicleta grande de casa con los pies sobre el asiento y las manos en el manillar. Cuando sacó el carnet de conducir, el instructor de la autoescuela dijo que nunca había tenido un alumno que condujera tan bien como ella. Encima, de mayor y casada, llegó a ser una muy buena cocinera. Y se podrían enumerar más cosas que mostrarían sus múltiples habilidades. Era, sin duda, una mujer completa.
Sus hermanos la consideraban la mejor de todos, la más generosa, la más dispuesta, la menos egoísta. A la hora de los recados, de niña, nunca dudaba a la hora de obedecer a su madre para hacerlos de buena gana y al instante; no así su hermano más cercano en edad, remoloneando siempre y más egoistón a este respecto. ¡Qué estremecimiento sintió en una ocasión una mujer que la adoraba, muy amiga de su tía, cuando, al ver que esta se le acercaba con un expresión de gran preocupación en la cara, pronunció su nombre con un escalofrío de miedo temiendo que le hubiese ocurrido algo grave!
Había que preguntarse si sus arrugas tempraneras en torno a sus ojos eran el resultado de los años duros que tuvo que vivir cuando las cosas dejaron de venir rodadas. Pero no consiguieron borrar la luz de su rostro, que tanto y a tantos encandilaba. Fue entonces todo lo fuerte que pudo ser, que no tuvo más remedio que ser, y que hicieron surgir en ella habilidades nuevas. Asomada a los 50, que tanto deseaba cumplir, como si esto supusiese hacerse un regalo a sí misma, luchaba por abrir un futuro en el que resplandeciese la esperanza.
lunes, 11 de julio de 2016
Una tipa: 6
En una ocasión en la que su madre la tenía en su regazo mientras cosía, la niña cogió las tijeras y con la punta golpeó la máquina de coser, y en ella quedó para siempre la marca que le hizo. Este fue el primer indicio de su bravura, la misma que la llevó en la adolescencia y juventud a no estar casi nunca de vuelta en casa a la hora que su madre le decía, o la que le empujaba a encararse con su padre de poder a poder, o la que hacía doblegarse a sus hijas cuando un no era un no. Todo un carácter.
No es un disparate pensar que detrás de esta bravura había hondas convicciones, una de las cuales era que hablando se entiende la gente. Lo creía a pie puntillas y no sería ella la que renunciase a hablar, extendiéndose todo lo que hiciese falta, para que todas las cartas quedasen puestas sobre la mesa. Esta convicción arraigó en ella con fuerza desde que se casó, y no entendía que un problema no se pudiese, si no solucionarse, si al menos aclararse mediante un diálogo a corazón abierto. En este tema se mostró siempre extraordinariamente generosa, y lúcida.
Cuando le tocaba hacer la entrega de los regalos tras la cena de Reyes, alcanzaba su punto más alto en gracia y chispa, ayudada por la previa ingesta de unos traguitos de buen vino. Tenía buenos arranques, buenos parones que creaban suspense, y finales redondos en los que terminaba por reírse a carcajadas. Todo un espectáculo. Su comparsa, más seria, era el plomo mientras ella subía como la espuma. Había que empezar así el año, desde lo alto, para encarar después con fuerza febrero, un mes que no le gustaba nada.
sábado, 9 de julio de 2016
Un tipo: 5
Había sido siempre un buscavidas, capaz de triunfar cada vez que la vida le había exigido hacerse con su propio plato de lentejas. No habría de ser él el que se muriese de hambre por falta de intrepidez e ingenio. Su inigualable don de gentes le había abierto puertas que de otro modo habrían permanecido cerradas. Había sabido ser seductor, convincente, y por supuesto trabajador. Lo que dijo que sería capaz de hacer lo hizo; respondió siempre. Esta faceta suya a lo mejor ya había quedado anunciada en aquella foto que lo mostraba de niño sosteniendo una estrella de mar que había encontrado cuando su familia realizó una excursión a una ciudad de la costa, o en aquella otra en la que se exhibía con un arco risueñamente dispuesto a dar en el blanco. A su escala, modesta, fue siempre un ganador.
Escapó de las mieles del intelecto cuando se volvieron vértigos. Kafka y Nietzsche, al principio mentores intelectuales, fueron después desfiladeros que no supo manejar y de los que huyó despavorido. ¿A dónde? A la vida de los sentidos. Se instaló después en un epicureísmo razonable que le permitió gozar de los placeres de la vida. Una buena comida habría de ser en adelante una experiencia, por gozosa, irrenunciable, siempre y cuando pudiera permitírselo. Y la naturaleza, por supuesto. El mar en verano y el monte en otoño fueron tónicos esenciales que dieron rienda suelta a su alma y a su facundia. Su don de gentes se convertía entonces en don del habla que los demás sufrían paciente y cariñosamente.
Llevado de esta necesidad de hablar había dicho más de una vez cosas que debería haberse guardado. Los secretos, en él, no estaban siempre a salvo, si bien es cierto que su imprudencia no caía casi nunca fuera del cerco familiar. Los suyos, conociéndole, se le adelantaban a veces cuando parecía que iba a decir algo que no debía, y lo frenaban en seco preguntándole: “¿Estás seguro de que puedes contar lo que vas a contar?” Es posible que solo quisiera “compartir” el secreto, sin caer en la cuenta que los secretos son, por definición, incompartibles. Digamos que era un efecto colateral de su alma expansiva.
jueves, 7 de julio de 2016
Un tipo: 4
Su ridículo bigotito adolescente, un embozo de insultante fealdad, debiera habérselo afeitado de haber sido oportunamente advertido por alguien con un poco de buen gusto. Pero la adolescencia es en muchos casos una edad físicamente fea y la suya, como la de todos, habría de pasar y así también el bigotito de marras.
Le tocó hacer la mili en la otra punta del país y con él hizo lo que se decía que debía hacer con los chicos: convertirlos en hombres. Cuando volvió un año después era otra persona, un tipo apuesto y mucho menos tímido que iba a ser capaz de enfrentarse a la vida. No tardó en encontrar trabajo en un taller mecánico y enrolado ya en una rutina diario, iba a ser el resto de su vida un hombre de rutinas. Todos los días, por ejemplo, cenaba siempre dos huevos fritos y un chorizo, y así durante años.
Se casó, tuvo dos hijos y pasó a ser uno más de la empresa de la familia de su mujer. El decía que tenía un perfil medio, ni muy alto, ni muy bajo, un tipo normal con una vida normal. Alguien en una ocasión, bromeando sobre esto, dijo que su foto podría ser la ilustración de la definición de “normal” en un diccionario.
Tuvo sin embargo una espléndida madurez. Sin dejar nunca de ser el hombre sensato que siempre había sido, su lado ingenioso y bromista despuntó con fuerza al cabo de los años. Además, una sensibilidad que nunca tendría el que es solo un macho fue aflorando también en él. Su tardía afición a la lectura fue un claro ejemplo de esto, o su deseo de no seguir matando cuando iba de caza para limitarse a ir simplemente al monte a pasear a los perros.
martes, 5 de julio de 2016
Una tipa: 3
Se sintió abandonada cuando su madre emigró a Uruguay, a donde ya se había ido su padre, y se sintió traicionada cuando, tres años después, trajo consigo a una enemiga, una niña, su hermana, con un montón de juguetes que nunca podría haber imaginado que existían. Esta herida no se cerró hasta muy avanzada su edad adulta, en la que ya fue capaz de tratar a su madre sin crispación, con dulzura. Pero mientras no llegó a esta etapa de su vida tuvo “enfermedades del alma”, como ella mismo dijo más de una vez, que la hicieron desear no haber nacido o pensar en quitarse la vida. Encima no había sido guapa ni alta como lo eran todas las mujeres guapas y altas a las que había admirado.
Su hermana sí que era guapa y por eso la había envidiado sin mala voluntad, aunque algo la arañaba siempre en su interior a este respecto. A veces, sin querer, le salía una inquina contra ella que revelaba lo que la removía por dentro. Era razonable pensar que si no se hubiera sentido abandonada de pequeña su aspecto físico, que era normal, no le habría supuesto ningún problema, tampoco sus ojeras, malhadada herencia de su abuela materna. Cuando pudo permitírselo se las operó. El paso del tiempo, a mayores, fue dándole un aspecto más dulce.
Una persona de su entorno familiar, eterna atribulada, siempre la admiró por su solidez interna y a ella recurría cada vez que necesitaba una palabra de apoyo. Las niñerías que persistían en otros adultos en su caso desaparecieron pronto y, aun con todos sus defectos, aparecía ante los demás como una mujer madura que siempre estuvo a la altura de las circunstancias cada vez que hizo falta. Era una compensación de su desamparo materno que de algún modo ella había conseguido por sí misma.
sábado, 2 de julio de 2016
Un tipo: 2
Su belleza no lo acompañó cuando superó los sesenta aunque sí sus radiantes ojos azules. Aquel resplandor masculino que se apreciaba en la foto de su boda había quedado definitivamente atrás. Quien tuvo no retuvo en este caso aunque es cierto que pocos lo hacen. ¿Quién dijo que con el tiempo los guapos se vuelven feos y los feos guapos y al final todo se iguala? Las tribulaciones de su matrimonio le pasaron factura y hasta es posible, digámoslo con humor, que fueran ellas también las culpables de su temprana papada. Nunca se había derrumbado sin embargo, quizá ayudado también por el ritmo lento, dicho en sentido estrictamente físico, de su corazón. Era cierto. El número de sus pulsaciones estaba por debajo de la media y no es ocioso pensar que también esto le ayudó a no precipitarse cuando, en situaciones de mucha presión, tuvo que mantener una calma infinita. Sin embargo no fue prudente todas las veces que, estando presente su mujer, no dudó en decir que, de volver atrás, no se hubiera vuelto a casar. Por más que no hablara en serio estaba claro que era una herida la que hablaba. Es así que, con su papada a rastras y su rostro prematuramente arrugado, decía que se había vuelto un tipo “feo y antipático”. Al reconocerlo, implícitamente estaba pidiendo perdón al mismo tiempo que se concedía una licencia para seguir siéndolo, si bien daba a entender también que intentaría ponerle remedio.
Hasta donde habían llegado sus éxitos con las mujeres nunca lo supo nadie porque a este respecto siempre había sido totalmente discreto. Quizá se conformó con menos de lo que habría conseguido si se lo hubiese propuesto. Pero es probable que, como tantos otros, hubiera tenido un número razonable de sucesivas novias o parejas y no se hubiera lanzado a un donjuanismo aventurero. Le habían faltado la audacia y sobre todo la ambición que esto requiere.
Por encima de todo había sido un lobo solitario y por eso no tenía amigos. Un surfista sobre las olas, eso había sido, y es lo que había practicado con éxito todos los años que había vivido al lado del mar. Cuando llegaba a la playa empujado por el viento y deslizándose sobre el agua llegaba alguien feliz. El mar había sido siempre para él un amplio respiradero, una plataforma infinita sobre la que sostenerse, un abismo en el que sumergirse, un arenal sobre el que correr hasta caer agotado.
jueves, 30 de junio de 2016
Un tipo: 1
Su madre siempre pensó que al carácter de su hijo le había afectado la apendicitis, que la puso al borde de la muerte, que había sufrido cuando estaba en el séptimo mes de gestación. Acudía a este incidente cada vez que, al ser objeto de críticas, quería disculpar su carácter esquivo y huidizo, eléctrico e introvertido.
Aunque afectivamente carecía de capacidades expresivas, no ofrecía la imagen de un hombre seco sino la de alguien que involuntariamente no tenía opciones para salir de sí mismo en un beso o en un abrazo. No había que olvidar con todo las raras ocasiones en que sí lo hacía, como cuando dijo que, llegado el caso, pasaría gustoso sin comer para que sus hermanos pudieran hacerlo. Sus tics, su movilidad nerviosa, lo rápido que hablaba, deponían a favor de una carga sentimental ahogada, reprimida, con la que finalmente parecía que había podido llegar a convivir en paz.
En las fotos, ya desde niño, se apreciaba muy bien este atrás en el que quedaba con respecto al resto, con una expresión siempre algo triste. Cuando un año después nació su hermano, con un carácter más fuerte que el suyo, se sintió siempre a su sombra por más que nunca fue la intención de este hacérsela. Pasarían los años y, en la juventud, cuando formaban parte los dos del equipo de fútbol del pueblo, cuando tenía ocasión de pasarle la pelota a su hermano menor nunca lo hacía, un acto mínimo de inconsciente venganza.
miércoles, 29 de junio de 2016
Puro-físico
Cuando Ángel y yo, visitando la exposición Los objetos hablan, de la que habló él
en varias entradas de su blog, estábamos ante uno de esos cuadros que
reproducían las despensas de los grandes señores, y que serían los antecesores
directos de los bodegones, se me vino a mí a las mientes que la andadura de los
primeros a los segundos sería el que va de lo físico a lo metafísico. El
bodegón clásico acabará centrándose en una parte de esos más groseros cuadros
iniciales, de modo que aparecerán ya solo las cuatro o cinco cosas que serán
más tarde y en adelante los únicos protagonistas de los bodegones. Al mencionar
Ángel el muy clásico y maravilloso de Zurbarán, postulé yo entonces mi teoría.
El objeto que se aísla y se depura en este bodegón del pintor extremeño alcanza
tal pureza física que yo me vi tentado a declararlo metafísico. Pero entonces,
mejor que metafísico, será decir que es “puro-físico”, lo físico en su más alto
grado de pureza y concreción.
domingo, 26 de junio de 2016
viernes, 10 de junio de 2016
De alguna manera
Sean cuales sean los hombres y mujeres que nos
rodeen en cada etapa de nuestra vida, de alguna manera la salvación de Dios nos
vendrá también a través de ellos.
jueves, 9 de junio de 2016
Jane Fonda
Jane Fonda está grandiosa en la igualmente
grandiosa La juventud, de Paolo
Sorrentino. Su actuación solo ocupa cinco minutos en el metraje de la película pero
ella consigue que parezcan muchos más. A mí siempre me pareció una actriz
enorme. Ahí están, para demostrarlo, Los
felinos (1964), La jauría humana (1966), Descalzos en el parque (1967), Danzad, danzad, malditos (1969), Klute (1971), El regreso (1978) y Cartas a
Iris (1989), entre otras. Cuando en su momento se dijo que Jane Fonda había
comprado los derechos para hacer un remake de Mujeres al borde de un ataque de nervios en la que ella haría el
papel que Carmen Maura había hecho en la película de Almodóvar, cada vez que mi
admirado y recordado crítico Ángel Fernández-Santos le negaba a la actriz
norteamericana cualquier posibilidad de llegar siquiera a la suela de los
zapatos de la actuación de la actriz española, yo me irritaba. “A Jane ni tocarla,
¿vale?”, le decía en mi interior. Nunca sabremos qué habría dado de sí la
performance de Jane Fonda en ese remake nunca realizado, pero nadie la sacará
del Olimpo en el que residen las mejores actrices de todos los tiempos. Y de
las más bellas, ojo.
miércoles, 8 de junio de 2016
De los nervios
Cada vez que de pequeño oía que una persona
padecía de los nervios siempre me imaginaba a alguien al que asaltaban
espasmos, se tiraba de los pelos y pegaba saltos una y otra vez hasta que el
ataque de los nervios cesaba. Mi mente infantil nunca supo trazar la línea que
iba del sistema nervioso a las enfermedades que hoy sé que están en relación
con él. Supongo que el problema estaba precisamente en la expresión “ataque de
nervios”, donde estos no podían ser otra cosa que aguerridos atacantes que
provocaban cuando menos bailes de San Vito y cosas parecidas.
martes, 7 de junio de 2016
Sala es verano
Antes de ayer cené por primera vez este año en la
sala. A estos efectos, el verano ha empezado. El sol durante el día calienta la
sala y a las nueve de la noche hay todavía luz porque los días son largos.
Tendré el sofá para almohadillarme y la mesa para poner sobre ella mis piernas.
Si el sueño tira de mí, mi cabeza encontrará en la parte superior del respaldo
el apoyo perfecto. Este año además tenemos la estantería que nos faltaba y que
tuvo a bien regalárnosla mi hermano Rodrigo. Es sencilla y moderna, con un tubo
rectangular de acero que actúa de marco y en la que se sujetan las grandes
baldas de madera de color miel. Enseguida se llenaron de fotos familiares. Cocina
es invierno y sala es verano. Qué bien.
lunes, 6 de junio de 2016
Una alegría
Una alegría pequeña es solo una alegría pequeña y
una alegría grande es solo una alegría grande. No les pidas más.
sábado, 4 de junio de 2016
The Graham Norton Show
“The Graham Norton Show” me reporta muchas
alegrías porque comparecen muchos actores y actrices, conocidos la mayoría y
desconocidos la minoría, admirados y amados por mí muchos de ellos. Aunque no
entiendo ni jota me da igual: me basta con verlos. Verlos en acción sin la
máscara del personaje, verlos pues en
persona, contestando a las preguntas de Graham Norton, riendo y haciendo
reír, es para mí un placer sumo. Creo que es la única idolatría que me permito,
siendo muy consciente de que los idealizo. Ellos me dirían, y con razón, que su
trabajo no es tan milagroso como uno piensa, solo una mezcla de técnica y de
alma. Lo que ocurre es que, dado que encarnan en el cine realizaciones del ser humano que el marco de una pantalla
catapulta, y que estas realizaciones son personajes de carne y hueso con los
que se entra en contacto para salir siempre enriquecido, les guarda entonces
uno eterno agradecimiento hasta el punto de sentirlos como hermanos.
viernes, 3 de junio de 2016
jueves, 2 de junio de 2016
La religión del "y"
“¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios”
y
“Me llamáis ‘el Maestro’ y ‘el Señor’, y decís bien, porque lo soy”.
“Se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre (...) Dios es espíritu, y los que adoran deben hacerlo en espíritu y verdad”
y
“Haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo (...) y (...) les dijo: ‘no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre’”.
miércoles, 1 de junio de 2016
Implorando a Gaudí
Estoy vitalmente interesado en que Gaudí obre el
milagro de que la hija de una gran amiga “deje de ver puntos, que no se le
escondan las letras” -así me lo escribía ayer en un wuasap- pues está afectada
por la enfermedad de Stargardt, una afección en la mácula de la retina que la podría
dejar ciega. El próximo día 10 de junio es el 90 aniversario de la muerte de
Antonio Gaudí, fecha para la que estaba programada su beatificación. Al
arquitecto catalán se le atribuye la devolución milagrosa de la vista a una
mujer ciega de Reus, ciudad natal de Gaudí. Estoy al tanto de esto porque fui
mi amiga la que, entre lágrimas, me lo contó y la que me pidió que se sumara a
su ruego, y que, sí podía, sumase también a otros. Por esta razón, a quienes
queráis y podías, os pido que os unáis a esta imploración, por ella, por X, una
chica de 22 años.
jueves, 26 de mayo de 2016
viernes, 29 de abril de 2016
Una cosa es querer ser bueno y otra serlo
Es más justo que digan de mí que quiero ser bueno
que no que lo sea.
viernes, 22 de abril de 2016
San Pablo, inventor del cristianismo
¿Que Pablo inventó el cristianismo? Pues claro, faltaría más,
pero porque predicó a Cristo, y a Cristo no lo inventó Pablo. Más bien al
contrario, fue Cristo quien “inventó” a Pablo cuando lo derribó de su caballo.
jueves, 21 de abril de 2016
Cierta vocación (a la soledad)
Soy el
único miembro de la congregación a la que pertenezco y alguien ha dispuesto que
no se admitan más.
miércoles, 20 de abril de 2016
jueves, 14 de abril de 2016
Bien por Rossy
“Siempre
he dicho que si eres inteligente de verdad forzosamente eres bondadoso” (Rossy
de Palma).
miércoles, 13 de abril de 2016
martes, 12 de abril de 2016
lunes, 11 de abril de 2016
sábado, 9 de abril de 2016
Novelando a Dios
Necesitaba yo leer una novela en la que Dios estuviera presente en la vida de sus protagonistas y que estos hablaran de él, y hete aquí que la diosa fortuna, o mejor, Dios fortuna, quiso que me encontrase con Marilynne Robinson, de la que nada sabía, una escritora americana conocida sobre todo por su trilogía: Gilead (2004), En casa (2008) y Lila (2014), que me zampé en un plis plas. Todo ocurre en Gilead, un pueblo de Iowa, en torno al reverendo John Ames, un pastor congregacionalista. Si andas con apetito divino la novela que más te saciará es Gilead, en la que el reverendo Ames, viudo ya muy entrado en años y casado en segundas nupcias con la muy joven Lila, escribe una carta al hijo nacido de este matrimonio y que a la sazón tiene siete años. Todo es de una indecible ternura; todo está transido de esperanza; todo es la venturosa aventura de los hijos de Dios, la de John Ames sobre todo que se complace a su vez en la vida de su hijo, bendito regalo, gracia inesperada y de última hora. Y están después su jovencísima y segunda mujer Lila (sobre ella precisamente versa la tercera novela de la trilogía, Lila), su gran amigo el reverendo Jack Boughton, los hijos de este, sobre todo el díscolo, extraviado e incomprensible Jack (él y su hermana Glory protagonizan la segunda novela, En casa, fascinante también, compungida y gloriosa), y otros. Todo un grandísimo hallazgo para mí.
Y de mujer a mujer y de trilogía a trilogía, estoy ahora con Cristina Lavrans, de Ingrid Undset, escritora noruega a la que le concedieron el premio Nobel en 1928. Le tenía ganas yo a esta trilogía desde hace ya mucho tiempo, al menos desde el año 2001, cuando leí su Olav Audunssön, obra extraordinaria. Aquí se novela a Dios de otra manera, en plena época medieval y en Noruega, pero resulta ser el mismo Dios, bendito por los siglos de los siglos amén.
viernes, 8 de abril de 2016
Madre coraje
Las madres -también los padres aunque menos, creo- son unas auténticas jabatas cuando luchan por sus hijos. Mi amiga X tuvo y crió a los suyos en Euskadi. El instituto en el que estudió el mayor era un vivero de Herri Batasuna y mi amiga, durante los años que su hijo cursó en él el bachillerato, tuvo un miedo pánico a que acabase en las garras de los secuaces de ETA. XX, cuando fue mayor, le dijo (muy cariñosamente) a su madre: “Mamá, fuiste una irresponsable. No sabes en donde me metiste”. Pero esta “irresponsable” madre luchó como una responsable leona para salvar a su hijo. ¿Y cómo lo hizo? Dado que XX no era un buen estudiante, ella se dijo: “Esta es la mía”. “XX, a partir de ahora te vas poner a estudiar cuatro horas todas las tardes y yo contigo para que no te muevas”. Su mala calidad como estudiante le vino de perlas para sentarlo y sentarse ella con él, de modo que, durante este proceso, supo trenzar ayuda escolar con conversaciones personales que al fin le abrieron los ojos a su hijo, y esto día tras día durante tres años. Lo salvó, y ella con él.
XX es ahora un brillante profesor en la universidad de Barcelona y en breve será papá, lo cual hará que X sea abuela por primera vez. Cuando nos lo dijo, ¡qué contenta estaba y qué contentos nos pusimos nosotros con ella!
Enhorabuena, querida X.
jueves, 7 de abril de 2016
Que os salvéis unos a otros
“Mirad si os respeto (habla Dios) que quiero que, a través de mí, os salvéis unos a otros”.
martes, 5 de abril de 2016
sábado, 2 de abril de 2016
Qué odio tan magnífico
Los pecadores somos hacedores de mal.
Me encanta el odio tan magnífico que Dios tiene por mis pecados.
Me encanta el odio tan magnífico que Dios tiene por mis pecados.
martes, 29 de marzo de 2016
Un grito de alegría
Hay que plantar siempre un
grito de alegría en el mundo, sea lo que sea este, ocurra lo que ocurra en él,
un grito al fin de victoria.
sábado, 5 de marzo de 2016
viernes, 4 de marzo de 2016
Guardar las formas
“Guardar las formas”: bonita
expresión. Sé educado, es decir, guárdate de lo informe, de lo deforme,
de lo monstruoso. Quien guarda la
estética guarda la ética, y viceversa. Las dos, de la mano, siempre hermanas
gemelas.
jueves, 3 de marzo de 2016
viernes, 19 de febrero de 2016
No se consumó
El gato estaba sobre el
tejado que cubre el gallinero y la gata, abajo, entre unas coles. Llegado el
momento se vieron y ya no dejaron de mirarse el uno al otro. El gato,
finalmente, tras un salto mal ejecutado, casi cayó encima de la gata. Entonces
comenzó el gato la conquista de la gata en celo. Se lanzó sobre su cuello y lo
prendió, lo agarró, lo mordió, ¿lo besó? La gata, sometida, permaneció inmóvil.
El gato la soltó y pegó un brinco hacia atrás. Hubo después una nueva acometida
y otra vez prendió con sus dientes el cuello de la gata. Esto mismo ocurrió dos
o tres veces más. En este punto la gata ya ofrecía su “entrada” al gato pero
hete aquí que apareció un rival que puso en estampida a los dos. El amor no se
consumó.
jueves, 18 de febrero de 2016
Argénteos campos
Por fin una helada como Dios
manda, concesión inaudita de un invierno crudamente cálido. “Argénteos campos”,
¿dónde estabais? Anhelaba vuestra pureza, el golpe del frío en mi cara.
miércoles, 17 de febrero de 2016
jueves, 11 de febrero de 2016
Don Draper
Desde el segundo uno del
primer capítulo de la primera temporada de Mad
Men, su protagonista, Don Draper me pareció un hombre triste y débil.
¿Buscaban este efecto los creadores de la serie, que advirtiéramos desde el
primer instante, debajo (¿o más bien “junto, mezclada con”?) de su apostura y
fortaleza, su tristeza y su debilidad? De ser así, en las labores de casting,
al aparecer el actor Jon Hamm, más en concreto, al aparecer la mirada de Jon Hamm, los responsables
dijeron: “Este es nuestro hombre”, el hombre que cae, que siempre está cayendo,
como vemos en los magníficos títulos de crédito. Verlo y verlo asustado,
medroso, es todo uno. Está ahí, en sus ojos, ese increíble misterio.
miércoles, 10 de febrero de 2016
Los actores
¿Cómo consigue Jon Hamm, el
actor que interpreta a Don Draper en la serie Mad Men, tener esa mirada líquida y triste? ¿Cómo consiguen los
actores ser actores? That’s the question.
Con talento y trabajo, claro, pero a mí siempre me parece un milagro que
consigan encarnar a otro ser, vivirlo y hacérnoslo creíble. Hay como una punta
de misterio en ellos, en ello, algo que se me escapa siempre y no sé descifrar:
ser otro en alma, carne y hueso.
martes, 9 de febrero de 2016
Aforística
Un adversario bueno es el único buen adversario.
¿Más allá del bien y del mal? Del mal, sí, más allá, más acá, lejísimos siempre de él. Del bien, no, nunca, ni más allá ni más acá, sino en él.
lunes, 8 de febrero de 2016
Jaula de grillos
Como buenos españoles,
algunos de mis hermanos y yo, llegada la ocasión -llegada la discusión-
hablamos muy alto. “¡Chhis, baja la voz!”, nos gritamos unos a otros. Además
ocurre que, en la cocina, en la que comemos los domingos, la sonoridad es
malísima. Si el techo estuviese más abajo, dice entonces, y una vez más, Pili, causaría menos ruido. También como buenos españoles, Lucía
y yo, llegado el momento, competimos a ver quien habla más rápido. Imagínense
entonces la combinación: gritar a toda prisa. Horrible. En lo que se refiere a
la altura de la voz la palma se la lleva mi cuñado/a X, si bien es cierto que
por lo menos “grita” despacio. La última vez que se nos dio por gritar (no
quiero presumir pero yo hice voto de silencio y no abrí la boca) fue a causa de
una cuestión tontísima. Horas, días después, pensaba para mí: “¡Ojalá nos
hubiese dado a todos un ataque de afonía!” Obligados a hablar más bajo,
hablaríamos también más despacio y estoy seguro de que nuestros pensamientos serían
más claros, mejores. La única que se salva, y que nos salva, de esto es mi
madre, como siempre, con su voz despaciosa, clara y dulcísima. ¡Ojalá la hubiéramos
heredado nosotros!
sábado, 6 de febrero de 2016
Un juramento
Tres semanas antes de las
elecciones del pasado 20 de diciembre yo cambié mi voto. Estaba seguro de que
había tomado una buena decisión pero, con todo, quería asegurarme todavía más,
necesitaba más información. Lo que hice fue, en diferido, en los días finales
de la segunda semana de la campaña, zamparme el debate que Pablo Iglesias y Albert
Rivera habían tenido en la Universidad Carlos III, después el que hubo a tres
bandas, ahora ya con Pedro Sánchez, en El País, y finalmente el que hubo a
cuatro bandas, ahora también con Soraya Sainz de Santamaría, en la Sexta. El primero
que vi fue el que juntó a Iglesias, Rivera y Sánchez, ante el cual me juré a mí
mismo que atendería exclusivamente a sus ideas, evitando pues las antipatías en
contra y las simpatías a favor. El resultado fue sorprendente: disfrute
muchísimo, lo pasé realmente bien, coincidiendo aquí con uno, discrepando allí
con otro, estando a medias de acuerdo y a medias en desacuerdo otras veces.
Forcé incluso la empatía en los casos en los que necesitaba hacerlo para
obtener un mejor resultado humano. Al día siguiente vi el debate a dos,
Iglesias-Rivera, y al otro más, el sábado 19 de diciembre, el debate a cuatro,
Iglesias-Rivera-Sánchez-Sainz de Santamaría. Mantuve mi juramento, seguí en mis
trece, y los resultados fueron otra vez sorprendente, humanamente buenos. No
quiero que decaiga esta actitud mía y lucharé porque así sea: atender a lo que
me dicen, sorteando las simpatías y las antipatías, para valorar como mala,
como regular o como buena una idea, sea quien sea el que me la diga, llámese
Iglesias, Rajoy, Rivera o Sánchez. O cualquier otro.
viernes, 5 de febrero de 2016
Los actores negros
Hace unos días fue noticia
en los media la protesta de los
actores negros por la falta de candidatos ídem
a los Globos de Oro y a los Óscars. Algunos de ellos, como Will Smith, no
acudirán a la entrega de estos últimos para escenificar su protesta. Si aquella
falta de candidatos negros obedeció a motivos racistas, es decir, si hubo
críticos en lo que se refiere a los primeros, los Globos, y miembros de la
Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas en lo que se refiere a los
segundos, los Óscars, que no votaron a quien lo merecía porque era negro (o
negra), entonces mi reprobación es también absoluta y, de ser yo actor negro,
no acudiría tampoco a la ceremonia de la entrega de los premios de la Academia.
Y puestos a ser algo, de ser yo Leonardo di Caprio, quien merece pero ya que le
den el Óscar, porque es un actorazo, porque me cae bien y porque lucha contra
el cambio climático (en este punto está en pie de guerra con el papa Francisco,
a quien visitó no hace mucho), mis palabras, es decir, las de Leonardo di
Caprio, tras recibir la “codiciada estatuilla”, serían las que siguen: “Dedico
este Óscar a Alfre Woodard, Angela Basset, Chiwetel Ejiofor, Cuba Gooding Jr., Dany
Glover, Denzel Washington, Don Cheadle, Eddie Murphy, Forest Whitaker, Gabourey
Sidibe, Halle Barry, Jamie Foxx, Jeniffer Hudson, Laurence Fishburne, Lupita Nyong’o,
Morgan Freeman, Pam Grier, Queen Lattifah, Rosario Dawson, Samuel L. Jackson, Sidney
Poitier, Spike Lee, Steve McQueen, Thandie Newton, Viola Davis, Wesley Snipes, Whoopi
Goldberg, Will Smith, por mencionar solo a algunos de nuestros grandes
compañeros negros. Es para vosotros, chicos”.
sábado, 9 de enero de 2016
Escuchar
Lo que siempre estará en mi
mano en una conversación, por más agria e intempestiva que se ponga, es
escuchar. Esto solo depende de mí y que sea así me consuela muchísimo porque nunca
faltarán las condiciones para que pueda cumplir uno de los requisitos
principales de una conversación, sin que nadie pueda impedírmelo. Lo otro, lo
que yo diga y exponga, no podrá eludir los factores en cierto modo incontrolables,
que están siempre sujetos a la vivacidad y particularidad del momento, y que
son el interlocutor o interlocutores que tenga delante con todas sus especifidades,
yo con todas las mías y el entorno con todas las suyas, de las que dependerá la
mayor o menor calidad de la conversación, sin descontar que pueda no alcanzar
ninguna.
lunes, 4 de enero de 2016
Paso la vida
Así como uno debe amar sin esperar nada a cambio, así debe leer sin esperar nada a cambio más allá del puro gozo de leer.
Leo porque me interesa, me gusta, me entretiene, me acompaña, porque llena mi tiempo y así paso el rato, paso la vida. Leo para abismarme más allá de mí, para encontrar lo que yo no tengo, para disfrutar con los logros de otro, para ver hasta dónde llega la genialidad humana; leo para entenderme, para saber quién soy, para situarme, para estar también, sí, informado. Leo por el puro placer de leer, motivo al fin tautológico: me gusta leer porque me gusta leer. Leo sin cesar y me canso de leer no cansándome nunca de leer. Sin lectura me quedo huérfano, aunque la demasiada lectura me abruma a veces a posteriori, cuando me pregunto lo que uno nunca debe preguntarse: “¿para qué tanta lectura?” Para nada, para todo, para pasar el rato y pasar la vida.
En mi caso es importante no buscarle réditos eruditos a la lectura. Si lo hago, caigo en desesperación, porque, a bote pronto, y tras pasar los ojos por los cientos de libros que uno lleva ya leídos, compruebo que en mi recuerdo apenas ha quedado nada. ¿De qué iba este libro, y este, y este, y este...? Uno entiende entonces que es muy justa la definición de la cultura como el poso que queda después de haber leído cientos de libros, pues, para el común de los mortales, con memorias precarias y nada prodigiosas, lo que queda ciertamente son solo unas borras. Pero mi problema es que no acabo de conformarme con estos minúsculos restos y ahí es donde surge mi desolación y mi cabreo. Si no envidiara al erudito, al que sabe muchísimo entre otras cosas porque cuenta con una proverbial memoria, y, ojo, porque también se lo ha currado con muchas horas no solo de mera lectura sino también de estudio, no habría tal problema. Pero la cuestión de fondo es que de unos años acá se me ha dado por querer saber y no olvidar ya nunca, y, claro, bajo esta luz, te quedas helado al comprobar todo lo que en su momento has sabido y ahora ya no sabes, que es casi todo. Para que estos asuntos no me agobien mi deseo lector tiene que ser redefinido como un deseo de nada, que en mi caso significa el humilde anhelo de que tal o cual libro, como un buen amigo, me acompañe no más que unos días, unas horas, para pasar el rato, para pasar la vida.
jueves, 31 de diciembre de 2015
El año que fue
Tuviste miles de momentos
así a lo largo de este año, plácidos unas veces, impacientes otros, sin un
libro que te sirviese, ni una música, ni una imagen, pues justamente así tenías
que permanecer, sin nada, con silencio, en la dormición.
martes, 29 de diciembre de 2015
Varia
La piedra dura es el hermano, en la que tropiezas, pero que te salva de ti mismo.
La limosna que te da Dios hoy es solo para hoy. Mañana tendrás que pedir otra.
Oh, Dios, no me dejes en mis manos.
Se suceden estados raros y no acierto a comprender quién los guía.
¿Cómo se logra la transición de la soledad a la compañía? ¿Es necesario que se rompa algo?
Vosotros sois mis amados y no acierto a serviros.
Lo que ahora me das, después me lo quitas. Qué rara es tu paz, Señor.
La pregunta del hermano nos hace ver lo que de otro modo no veríamos.
Quien escucha siempre triunfa.
Cualquier cosa que no sea estar aquí ahora no es estar aquí ahora.
Me quedo con vuestros nombres y así os conozco.
jueves, 24 de diciembre de 2015
En el umbral
De Olegario González de Cardedal, Navidad y Epifanía, 2002-2003:
I
En el umbral del misterio nos quedamos.
En el umbral del amor nos quedamos.
En el umbral de la verdad nos quedamos.
En el umbral de la belleza nos quedamos.
En el umbral del prójimo nos quedamos.
En el umbral de Dios nos quedamos.
¿Quién nos pasará del umbral al santo de los santos?
¿Quién vendrá a nosotros del fuego del hogar
al portón del umbral?
¿Cómo llegar al corazón de los que amamos?
¿Cómo perforar nuestra corteza y llegar a la entraña?
¿Quedaremos alejados para siempre de aquello
que realmente amamos?
Los labios de la sed y la fuente del agua,
¿no serán nunca hermanos?
II
Si tú no nos adentras hasta el fondo del pozo,
Si tú no abres las puertas que dan al santuario,
Si tú no nos traladas el duro granito
de nuestro corazón,
no llegaremos nunca al altar donde mana
el agua de la vida,
ni sabremos que eres tú el hontanar de la sed
y de la espera.
Llévanos, Señor, del umbral hasta el centro,
del portal al hogar,
donde enciendes la lumbre y despliegas
la mesa y nos partes tu pan,
para alumbrar tu faz, para el calor del hombre,
para vida del mundo.
Feliz Navidad y que Dios os bendiga.
I
En el umbral del misterio nos quedamos.
En el umbral del amor nos quedamos.
En el umbral de la verdad nos quedamos.
En el umbral de la belleza nos quedamos.
En el umbral del prójimo nos quedamos.
En el umbral de Dios nos quedamos.
¿Quién nos pasará del umbral al santo de los santos?
¿Quién vendrá a nosotros del fuego del hogar
al portón del umbral?
¿Cómo llegar al corazón de los que amamos?
¿Cómo perforar nuestra corteza y llegar a la entraña?
¿Quedaremos alejados para siempre de aquello
que realmente amamos?
Los labios de la sed y la fuente del agua,
¿no serán nunca hermanos?
II
Si tú no nos adentras hasta el fondo del pozo,
Si tú no abres las puertas que dan al santuario,
Si tú no nos traladas el duro granito
de nuestro corazón,
no llegaremos nunca al altar donde mana
el agua de la vida,
ni sabremos que eres tú el hontanar de la sed
y de la espera.
Llévanos, Señor, del umbral hasta el centro,
del portal al hogar,
donde enciendes la lumbre y despliegas
la mesa y nos partes tu pan,
para alumbrar tu faz, para el calor del hombre,
para vida del mundo.
Feliz Navidad y que Dios os bendiga.
miércoles, 23 de diciembre de 2015
Los consuelos de Dios
Los consuelos de Dios vienen
siempre del mundo que nos rodea. ¿Dónde, sino en nuestro aquí y nuestro ahora, nos confortará Dios? Y será alguien o algo
de todos los días: tu madre, tu esposo, tu hija, tu amigo, tu compañera de
trabajo, tu vecino, un libro, una entrada de un blog, un vídeo en youtube, un
anuncio en la tele, tu rostro visto en el espejo mientras te cortan el pelo,
quien te alivie y te de un empujoncito.
lunes, 21 de diciembre de 2015
Ardientemente
Comienzo a escribir esta entrada
a las 7:51 de la mañana. Tengo sueño pero no puedo dormir. Ayer me acosté a las doce y media. A las cuatro y media, o incluso antes, a las cuatro, ya estaba
despierto. Las horas siguientes fueron difíciles, de insomnio duro. ¿La situación
de España, el resultado de las elecciones eran el motivo? Posiblemente. Sería
la primera vez que yo sufro realmente por España hasta el punto de no poder
dormir. Esto me llena de orgullo. Por una vez, es mi país lo que me duele hasta
el punto de robarme el sueño, no ya sufrimientos interiores o de otra índole. La
preocupación por lo que pase a partir de ahora ha afectado a mis nervios. Curiosamente,
me alegra este desquiciamiento mío, como si, solo con él, pudiera estar a la
altura de las circunstancias. Deseo ardientemente, ardientemente, que todo
salga bien para todos.
sábado, 19 de diciembre de 2015
Conviene que el alma
Conviene que el alma, si se
ha abierto demasiado, se cierre, para que vuelva a estar escondido lo que se
reveló.
viernes, 18 de diciembre de 2015
jueves, 17 de diciembre de 2015
Los políticos
Los políticos se equivocan y pecan unas veces como el que más, otras veces como el que menos.
Es importante para mí tener presente esto.
miércoles, 25 de noviembre de 2015
A pesar de los pesares
Son muchos los pesares que Aurelio Arteta le endosa a la vejez, quizá demasiados, cuando en verdad habría que decir que no existe la vejez sino los viejos, y la suerte de estos es varia en lo que respecta a la salud y la enfermedad, la soledad y la compañía, los dos factores de los que depende en mayor grado que la vejez sea más o menos pesarosa. Pero según lo que escribe el autor vasco en A pesar de los pesares. Cuaderno de la vejez, esta es pesarosa sí o sí, y lo demás son cuestiones de detalle. A mí desde luego el libro me ha asustado y más querría yo morir antes que llegar yo a la edad provecta si lo que me voy a encontrar es eso y solamente eso que nos cuenta Aurelio Arteta. Sin embargo toda su oscuridad, la poca o ninguna luz última que en su opinión tienen los últimos años de la vida de un hombre, depende principalmente de su cercanía al final, a este final: la muerte aniquiladora, la nada, el no ser, el postrero y definitivo olvido. Como ateo, ante este final, a las connaturales miserias de la vejez (si es que las tiene, añado yo matizando a Arteta, pues, insisto, la suerte es varia), se suma la miseria última que es morir para siempre, no vivir ya nunca más. De aquí no nace ninguna alegría, ninguna esperanza, ningún bien, porque es imposible que lo haga. No hay nada porque no hay nadie. Pero merece la pena, afirma Arteta, a pesar de las penas de la vejez y de la más penosa de todas que es morir del todo y para siempre, haber nacido, haber vivido, porque el hombre es el más valioso de los seres, tiene dignidad, incluso el mayor de los criminales vale más que cualquier otro ser no humano.
No sé si todos los no creyentes se sumarían a la presentación de la vejez que hace Arteta. Acaso sí, si, con la misma rotundidad que él, creen que es una nada rotunda el destino final del todo hombre. No puede haber esperanza última, solo “esperanzas penúltimas”, las ligadas a esta vida, afirma el autor de Tantos Tontos Tópicos, y con estas se debe conformar el viejo que, por su edad, más cerca está que cualquier otro de saber que uno, finalmente, se muere. El punto es punto final.
martes, 24 de noviembre de 2015
lunes, 23 de noviembre de 2015
Padre, Señor, Amigo
Parafraseando a Olegario (González de Cardedal):
Hijos del Padre, siervos del
Señor, amigos del Amigo: así es nuestra relación con Dios.
viernes, 6 de noviembre de 2015
Pío Baroja
Al oír en el telediario el
nombre de Pío Baroja, que informaba sobre su novela inédita, Los caprichos de la suerte, mi madre
comenzó a decir algo sobre él. “Espera un momento, mamá, que quiero escuchar la
noticia”. Al terminar la información, le pedí que siguiera con lo que estaba diciendo,
que fue lo que sigue: “Baroja va sus zuecos arrastrando y su carrito guiando,
tirado por un borrico. ‘¿Habrá otro, entre sí decía, más pobre y triste que
yo?’ Mas cuando el rostro volvió, vio que otro pobre iba cogiendo las migas que
el arrojó”. “¡Anda, mamá!, ¿y esto?” “Lo aprendimos en la escuela, de niños”.
jueves, 5 de noviembre de 2015
Il popolo, l'aristrocratie
Uno escucha el italiano y se
siente parte de “il popolo”; escucha el francés, y se siente parte de “l’aristrocratie”.
En ambos casos, música para los oídos.
(Y en Al hilo de mis ojos, mi blog de fotos, El príncipe del agua, que no es otro que mi amigo Emilio)
miércoles, 4 de noviembre de 2015
Un recuerdito
Tan importante como repasar
el mal que hemos hecho es olvidar nuestras buenas obras. Pero acaso no está de
más un recuerdito de este nuestro buen hacer los días en los que nos creemos
malos malísimos, no más que por ahuyentar la desesperación. ¿Y un recuerdo de
nuestro mal hacer? También, para corregirnos de nuestra presunción.
martes, 3 de noviembre de 2015
La principessa
“Buongiorno, principe”, me dice muchas mañanas cuando llego al trabaja. “Buongiorno, principessa”, le contesto.
La principessa, en uno de sus viajes a países exóticos, se vio en apuros al quedarse rezagada cuando bajaba de un volcán, pues su paso era más lento que el del resto del grupo que la acompañaba. Cuando este llegó a un punto en el que se abrían dos caminos, la guía no tuvo el detalle de darse la vuelta para comprobar si estaban todos. Al llegar aquí, la principessa se dijo: “¡Mio Dio, ora che faccio!” Unos jovencitos motoristas aparecieron de pronto, si bien, al no saber ella inglés, malamente iba a poder entenderse con ellos. El caso es que le vino a la cabeza el famoso “Don’t worry”, de Bobby McFerrin, y así se arregló todo.
lunes, 2 de noviembre de 2015
Las maravillas
Tras ver en Filmin La canción del mar, del director irlandés Tomm Moore, una maravilla
de dicha y luz, pienso que las maravillas que inventamos los hombres son
huellas del cielo, caminos que nos llevan a él, anuncios clarísimos de un mundo
radiante y feliz.
sábado, 31 de octubre de 2015
A 50
Antes de entrar en un tramo limitado a 50
quilómetros por hora, ya mi pie se ha levantado del acelerador para que el
cuentaquilómetros marque como mucho 57, y ahí me mantengo hasta que termina la
limitación de velocidad, por perfeccionismo, por cumplimiento, por el gozo de
la concentración.
viernes, 30 de octubre de 2015
Los 400 golpes
Ni a la primera ni a la segunda: fue a la
tercera, en pantalla grande, cuando Los
400 golpes, de François Truffaut, me golpeó. Nada más arrancar la película,
con los títulos de crédito sobrepuestos a un bellísimo París en blanco y negro,
supe que iba a ser así. La película de Truffaut necesitaba la gran pantalla
para propinarme un puñetazo emocional y estético. ¡Qué París el iluminado por
Henri Decae, al que de buena gana hubiera saltado desde el patio de butacas si
alguna improbable metafísica lo permitiera! ¡Y qué compases los de la música de
Jean Constantin, tan chaplinescos, puestos ahí como caídos del cielo, el que
necesita el joven Antoine Doinel y nosotros para no ahogarnos en la tristeza! Y
qué actorazo, Dios mío, Jean-Pierre Léaud, dando vida al protagonista. Yo
repudié en su día ese aire leve que proponía la nouvelle vague, un frescor que a mí me parecía demasiado etéreo,
acaso bordeando la superficialidad. Vista de nuevo Los 400 golpes, no otra cosa que un purísimo aire fresco es lo que
me arrebata.
jueves, 29 de octubre de 2015
El hombre del paraíso
La doctrina del pecado original no se
sostiene si no hubo una situación paradisíaca y un primer pecado históricos.
Si, contra la imagen de aquellos antepasados nuestros, feos y peludos, tan
parecidos todavía al mono, sentimos que se alza dentro de nosotros una objeción
“estética” que los invalide como posible “Adanes” y “Evas”, acudamos entonces
al siguiente texto de C.S. Lewis, como siempre extraordinario: “No tengo la
menor duda de que si el hombre del paraíso apareciera ahora entre nosotros, lo
consideraríamos un completo salvaje, una criatura a la que explotar o, en el
mejor de los casos, tratar con aire protector. Solo uno o dos, los más santos
de entre nosotros, se tomarían la molestia de mirar por segunda vez a la
criatura desnuda, desgreñada, de poblada barba y hablar torpes; mas, tras
algunos minutos, se postrarían a sus pies” (El
problema del dolor). Corta la respiración, ¿verdad?
miércoles, 28 de octubre de 2015
viernes, 16 de octubre de 2015
O cuiño
“Cu” es culo en gallego y “cuiño” culito. Hace
unos días, en la sala de observación de urgencias en el Hospital Clínico de
Santiago, donde estaba con mi madre, se la oí decir a un médico que atendía a
una señora mayor. Dado que tenía que intervenir en salva sea la parte, le pedía
a la señora que pusiese hacia a él “o cuiño”. Esta entrañable solicitud me
alegró la noche, junto con otras lindezas del muy amable personal sanitario y
los “observados” pacientes, hasta que vino el médico y nos dijo que mi madre
estaba bien y que lo suyo no había sido más que un trastorno abdominal
inespecífico. Eran las cuatro de la mañana.
lunes, 12 de octubre de 2015
Todo de nuevo
Si no es suficiente lo que la vida da cada día hay que aprenderlo entonces todo de nuevo y transitar cada vez por una humildad desconocida.
Allí donde el camino acaba, ¿no es también dónde el camino empieza? Llegar es partir otra vez.
Me gusta cerrar los ojos y ver así lo que no veo con los ojos abiertos.
Solo en la hora de la humildad, cuando la ola te devuelve a la arena, es posible contemplar el mar.
miércoles, 7 de octubre de 2015
Mi grado de sociabilidad
No deja de ser un triunfo dar con la
expresión que denomina con exactitud lo que antes quedaba solo confusamente
señalado. Yo, por ejemplo, cuando tuve que aclarar por qué no iba a las comidas
y cenas del instituto pude finalmente un día apelar a que “mi grado de
sociabilidad” era el que era, intermedio tirando hacia bajo. Con este “grado de
sociabilidad” me vi ya con soltura para dejar sentado mi perfil sin ulteriores
explicaciones, que nadie te pedía por otro lado. Me valió, sobre todo, para
conocerme mejor a mí mismo.
martes, 6 de octubre de 2015
Cuatro verdades
Enseguida me doy cuenta cuando escribo algo
“contra” alguien, no empujado por tanto por la búsqueda de la verdad sino con
ganas de decirle “cuatro verdades”. Así dichas, estas verdades nada valen porque
son solo armas arrojadizas.
lunes, 5 de octubre de 2015
sábado, 3 de octubre de 2015
Presente compañía
La “cosa rara” que me ha pasado este año con
la lectura y los libros ha dejado un resultado: no pedirle a un libro más que
compañía. Lo demás será añadidura. Y lo de menos es que quedé de él algún
recuerdo. Busco que sea para mí principalmente un presente que acompaña y no un pasado que queda.
viernes, 2 de octubre de 2015
Las bodas de la amistad
En su día, mi más antigua amiga, Sonia, y yo
hablamos de hacer algo especial el año en que nuestra amistad cumpliera sus
bodas de plata. Al final no hicimos nada pero ya fue especial pensar en hacer
algo especial. Mi amigo Stefan, de un tiempo a esta parte, menciona muchas
veces los años que llevamos siendo amigos. No sería mala idea que la amistad
tuviese sus bodas de plata, de oro, de platino y de cuantos metales preciosos
haga falta. El año que viene, el 2016, hará veinte años que Andreas y yo nos
conocimos haciendo el camino de Santiago, el Jacobusweg para él. Por eso nos
hemos comprometido a quedar pues llevamos muchos años sin vernos: otra
celebración de unas bodas de la amistad.
jueves, 1 de octubre de 2015
Libros providenciales
Me pregunto si ha sido cosa de Dios el que,
cada vez que velé armas en torno a una cuestión teológica que me preocupaba
mucho y en la que no veía luz por ningún lado, terminó apareciendo un libro que
resolvió muchas de mis dudas. El último ha sido La autoridad de la verdad. Momentos oscuros del magisterio eclesiástico,
de José Ignacio González Faus. Lo mismo ocurrió con Si Dios no escuchase. Cartas a Malcolm, de C. S. Lewis, gracias a
este párrafo maravilloso: “Y, así como aquellos que no se dirigen a Dios en las
pequeñas tribulaciones carecerán de hábito y de recursos para mitigar las
grandes cuando se presenten, los que no han aprendido a pedirle cosas pueriles
carecerán seguramente de toda disposición para pedirle cosas grandes. No
debemos ser demasiado arrogantes. Supongo que en ocasiones podemos ser
disuadidos de hacer pequeños ruegos por un sentido de nuestra propia dignidad,
más que por la dignidad de Dios”. Y así más veces con más libros
providenciales.
miércoles, 30 de septiembre de 2015
La brecha
¿No debería reconocer el pro taurino que el toro sufre en la plaza? Porque es evidente que sufre. De hacerlo, ¿se abriría una brecha en su defensa de las corridas de toros? Ocurre aquí lo mismo que en su día ocurrió con la ley antitabaco: sus críticos, adalides de la libertad, no reconocieron nunca el derecho que tenía el no fumador a verse "libre" de humos indeseados e indeseables. ¿Temían la brecha? El caso más fragante es el de muchos defensores del derecho al aborto. Si reconocieran que lo que eliminan es algo más (“alguien más”, habría que decir) que un mero conjunto de células, ¿cuán grande sería la brecha?
Pero vuelvo al tema de los toros. ¿Qué dirían ustedes, señores y señoras pro-taurinos, si en el lugar del toro estuviese su perro, o un oso panda, animal entrañable donde los haya? Pues lo que nunca le haríamos a nuestro perro o a un oso panda no se lo hagamos tampoco al toro. No teman la brecha.
martes, 29 de septiembre de 2015
Hasta que la muerte, u otra cosa, os separe
Me desconcertó mucho la noticia de la
separación de Vargas Llosa de su mujer, Patricia Llosa, con la que se casó en
1965. Al instante me vinieron a la cabeza las palabras emocionadas que sobre
ella pronunció en el discurso del premio Nobel el año 2010: “El Perú es
Patricia, la prima de naricita respingada y carácter indomable con la que tuve
la fortuna de casarme hace 45 años y que todavía soporta las manías, neurosis y
rabietas que me ayudan a escribir. Sin ella mi vida se hubiera disuelto hace
tiempo en un torbellino caótico y no hubieran nacido Álvaro, Gonzalo, Morgana
ni los seis nietos que nos prolongan y alegran la existencia. Ella hace todo y
todo lo hace bien. Resuelve los problemas, administra la economía, pone orden
en el caos, mantiene a raya a los periodistas y a los intrusos, defiende mi
tiempo, decide las citas y los viajes, hace y deshace las maletas, y es tan
generosa que, hasta cuando cree que me riñe, me hace el mejor de los elogios: ‘Mario,
para lo único que tú sirves es para escribir’”. Y aquellas otras, tan
laudatorias (no he podido encontrarlas), sobre un matrimonio francés conocido
por los dos y que el matrimonio Llosa se propuso de inmediato imitar. Buen
mazazo se llevaron cuando esta pareja perfecta se separó a los pocos días de
estar por última vez con ellos. Este mazazo me lo han dado ahora los Llosa al
romperse su relación, pues uno, que apuesta por el amor para toda la vida y
hasta que la muerte los separe, veía en su matrimonio un triunfo de este ideal.
Por lo que se ve, nunca es tarde para separarse y antes que la muerte otra cosa
los separó. ¿Cuál? Me gustaría saberlo.
lunes, 28 de septiembre de 2015
Es complicado
Cuando se pusieron a hablar de la vida
conyugal la expresión que más sonó fue “es complicado”. Después de escucharlos
durante un rato lancé la comprometedora pregunta: “¿Pero merece la pena?”
“Haber tenido hijos fue una alegría”, dijo uno, mientras la cara de su mujer
reflejó cierto descontento. El segundo dijo que en el caso de que se divorciara
tenía claro que no se volvería a casar. Y, finalmente, el tercero, el más
rocambolesco, remató la faena diciendo que le gustaría ser mujer para poder
tener hijos sin el concurso de una pareja, para algo están los bancos de semen.
Yo saqué el caso de X e Y, también conocidos por uno de los presentes, como
ejemplo de matrimonio de excelente rodar. “Sí, pero de esos hay uno por cada
mil”, añadió alguien. Mentiría si dijera que la atmósfera estuvo presidida por
una sensación de fracaso o amargura. Había más bien un fondo de realismo y
hasta de cierto humor, y la conciencia de que el paso de los años les había
concedido cierto savoir faire. Ciertamente,
es complicado.
sábado, 26 de septiembre de 2015
Verse contada
Mi sobrina Sabela vino a buscar en internet
un mapa mudo de un mapamundi e imprimirlo para una tarea de clase. Al verse
ante el ordenador le sonó una campanilla en la memoria. “¿Tú no escribiste como
una historia sobre mí o algo así?” “¿Una historia? No me acuerdo. Déjame que
busque en mi blog”. Escribí “Sabela” en el rectángulo de la lupa y apareció
esta entrada, de la que no guardaba ningún recuerdo. “Lo que escribí fue esto.
Venga, léelo tú”. “¿Solo tenía cinco años?” “Sí, solo cinco. ¿Te acuerdas?”
“Sí. ¿Y esto lo ve la gente?” “Pues la que se pasa por aquí sí”. Han pasado
seis años desde entonces y Sabela tiene ahora once. ¿Le emocionó un poquito
leer mi pequeña historieta? Creo que sí, que le gustó verse “contada”. Me
encantaría que fuera la semilla de algo bueno para ella.
viernes, 25 de septiembre de 2015
La suma de mis pocos
De la suma de mis pocos políticos: un poco
derechista, un poco izquierdista, un poco centrista, un poco pepeísta, un poco
pesoeísta, un poco podeísta, un poco comunista, un poco capitalista, un poco
socialista, un poco conservador, un poco progresista, etc., me gustaría que
resultase un mucho cabal, lúcido, sensato, responsable y moderado.
jueves, 24 de septiembre de 2015
Cara a cara
Seguramente es una chorrada pero hace unos
días, cuando Nuca, la perra de mis sobrinas Sabela y Alba, me miró a los ojos
caí en la cuenta precisamente de esto, de que ella, un animal, no dirigió su
mirada a mis piernas o a un brazo sino a mis ojos. ¿Y cómo saben los animales,
que también tienen ojos, que deben mirarnos precisamente a los ojos cuando nos
miran? ¿Quién se lo dijo?
miércoles, 23 de septiembre de 2015
Dios Padre
Dios no sabe ser Dios sin ser Dios Padre por
lo tanto no habría que decir nunca “Dios” a secas sino siempre Dios Padre (Y ya
puestos Dios Hijo y Dios Espíritu, claro).
martes, 22 de septiembre de 2015
Cuando no sabes qué leer
Yo, como debe ser, solo leo lo que me
interesa y lo que me place. El problema surge cuando no sé qué libro podría
interesarme y darme placer. Aguantar ahí, a la espera de que aparezca, no es
fácil. Te sientes huérfano, abandonado, en tierra de nadie.
sábado, 19 de septiembre de 2015
Imanes
Otros nos atraen y nosotros atraemos y de
esta conjunción de imanes surgen los amores, las amistades.
viernes, 18 de septiembre de 2015
Al por menudo
A grandes rasgos entiendo lo que quiere
decir una persona cuando se define como conservadora o se define como
progresista, pero a pequeños rasgos ya no, porque nunca acaban de explicar al
por menudo en qué consiste eso. Tales autodefiniciones acaso no pretenden ser
más que genéricas tarjetas de
presentación ante el mundo. Pero en los siguientes pasos no vendría mal que,
“al por menudo”, concretasen qué quieren conservar los unos y en qué quieren
progresar los otros para que los demás quedásemos más orientados sobre el
asunto.
miércoles, 16 de septiembre de 2015
La tradición buena
Nada es bueno por la sola razón de que se
lleve haciendo cientos de años. La antigüedad no es garantía de nada porque de
ser así todavía nos las veríamos con el Tribunal de la Inquisición o
seguiríamos con la trata de esclavos. Por eso aducir a favor de la fiesta del
toro de la Vega que es una tradición que se remonta a la Edad Media es tan
idiota como decir que hay que seguir usando corbata porque es lo que venimos
haciendo desde hace cien años. La tradición, la traditio, aquello que una generación entrega a la siguiente, ha de pararse cuando aquello que se entrega
es malo en sí mismo. La tradición es buena cuando entrega cosas buenas. Nada es bueno solo porque sea tradicional
sino que solo debe ser tradicional aquello que sea bueno.
martes, 15 de septiembre de 2015
El fin, los medios, la vida
La conflictividad de la vida obliga a veces a “sortear” el insorteable principio que nos dice que “el fin no justifica los medios”. Pongamos un ejemplo. Es usted padre de un hijo al que culpan de un asesinato que usted sabe que no cometió y sabe además que la posibilidad de que, siendo inocente, lo consideren culpable es muy elevada. En tanto que no encuentre pruebas que demuestren su inocencia mantendrá oculto a su hijo. “¿Está su hijo en casa?”, le pregunta la policía. Usted, naturalmente, miente, y les dice que no está. La policía efectúa un registro pero no lo encuentra porque usted lo ha escondido en un lugar a prueba de los mejores rastreos. A ver quién es el guapo que se atreve a censurar al padre por el uso de un medio malo, la mentira, para un fin bueno, la salvación de su hijo. Y así tantas veces en la opaca y problemática vida hay que saltarse el principio del que venimos hablando y acogerse a la doctrina del mal menor, de tan honda raigambre en la teología moral de la Iglesia. De todos modos, en el ejemplo que he puesto, la desproporción entre el fin, una vida, y el medio, una mentira, es tan vasta, que hablar de esta como un mal es casi, o sin el casi, un despropósito. Este mal es tan “menorcísimo” que directamente se podría decir que es un bien, si nos dejamos de abstracciones.
A propósito de esto, no puedo dejar de acordarme de aquella escena de Los miserables, de Víctor Hugo, en la que la religiosa “Sor Simplicia”, que “no había mentido nunca”, ante una pregunta de Javert, el inspector de policía, tuvo que hacerlo por primera vez en su vida para salvar a Jean Valjean, lo que le hizo pasar “un momento terrible en que (...) creyó morir”. Víctor Hugo espera para Sor Simplicia “que esta mentira os sea contada en el paraíso”, como así habrá de ocurrir con tantas salvadoras mentiras.
sábado, 12 de septiembre de 2015
viernes, 11 de septiembre de 2015
Ojalá
¡Ojalá el sufrimiento fuese siempre para
todos, creyentes e increyentes, una puerta por la que dejásemos entrar a Dios!
miércoles, 9 de septiembre de 2015
martes, 8 de septiembre de 2015
El estilo del escritor
¿Controla el escritor su escritura hasta el
punto de que pueda volverla más inteligible, si este fuera el caso? ¿O no
podría aunque quisiera? Olegario González de Cardedal, en el prólogo de su
libro El quehacer de la teología, dice:
“Con el fin de facilitar la lectura, me
he esforzado para que el estilo fuera lo más transparente posible, evitando
los tecnicismos” (El subrayado es mío). Olegario quiso y supongo (no leí el libro) que pudo hacer que su estilo fuese “más transparente”. Esto viene a
cuento porque a mí gustaría entender más y mejor a un determinado bloguero que
tiene un estilo a ratos oscuro y enrevesado, lo que hace que yo me aleje de su
lectura. Si fuera su amigo tal vez me atreviese a hablarle de esto mas no es el
caso. Mi pregunta inicial de todos modos persiste: ¿le sería posible escribir de un modo más
“transparente”? Porque a lo mejor no podría aunque quisiera. ¿Escribimos como
queremos, como podemos o todo a un tiempo?
lunes, 7 de septiembre de 2015
De cine, sexo y madre
Durante el verano, bajo con mi pendrive a
eso de las diez para ver una película en la sala. Mi madre dormita o lee todavía
un rato antes de irse a la cama. Digamos que podemos estar juntos unos diez o
quince minutos. Yo cruzo siempre los dedos esperando que no haya ninguna escena
que vaya más allá de un beso en los minutos iniciales de la película para que
mi madre no se me alborote y me suelte un “¡que obscenidades!”, porque además
tengo la puñetera mala suerte de que, justo cuando aparecen las escenitas de
marras, mi madre va y se despierta. Hace unos días me puse a ver la película de
Abel Ferrara sobre Pasolini, titulada precisamente Pasolini. Al comienzo, ¡ay!, el director italiano aparece revisando
Saló o los 120 días de Sodoma para
dejarla lista para su estreno. Y entonces se ve lo que se ve y yo pego un
respingo, sudo, me pongo tenso y... compruebo que mi madre no dice nada. “No me
lo puedo creer. Claro, como ahora ve peor, a lo mejor no llega a distinguir lo
que se muestra en una tele dentro de otra tele. Pero, por favor, por favor, qué
pasen pronto estas imágenes” Y, ¡uff!, pasaron. ¿Qué había ocurrido? Que, por
suerte, esta vez mi madre no se despertó. Unos días después, revisando los extraordinarios
Decálogos del católico director
polaco Krzysztof Kieslowski, le llegó el turno al dedicado al sexto
mandamiento: “No cometerás adulterio”. A determinada altura de la película, la
protagonista recibe en su casa a uno de sus amantes que, nada más entrar, la
abraza, mete su mano entre la braga y la nalga y... “¡qué obscenidades!”, al
que mi madre añadirá otro cuando un poco después estén los dos en la cama.
¡Todo muy poquita cosa, casi pura castidad, vaya, en relación con lo que hoy se
ve en los cines! A mi madre ya intenté explicarle en más de una ocasión que,
por necesidades del guión, en atención a la verosimilitud de la historia, a lo
ella quiere contar, etc., a veces es preciso mostrar escenas sexuales sin que
en el ánimo del director obre ningún impulso impúdico. Como si nada. En este
tema mi madre está chapada a la antigua y aunque se lo explicara el mismo papa no
lo entendería ni lo aceptaría. Cuando finalmente se levanta del sofá y se va a
la cama yo respiro tranquilo, me repantingo y disfruto del resto de la
película.
sábado, 5 de septiembre de 2015
Yo y yo
Cuando digo que “algo dentro de mí me
impulsó a” o cosa parecida, ¿puede ese “algo” ser otra cosa que yo mismo? Mi
“yo uno”, y no dos o tres, etc., más allá de la conciencia inmediata de mí
mismo, se hunde hacia dentro y desde esas profundidades me lanza mensajes, es
decir, yo me lanzo mensajes a yo. Es imposible referirse a sí mismo sin estos
desdoblamientos lingüísticos.
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