Cada vez que de pequeño oía que una persona
padecía de los nervios siempre me imaginaba a alguien al que asaltaban
espasmos, se tiraba de los pelos y pegaba saltos una y otra vez hasta que el
ataque de los nervios cesaba. Mi mente infantil nunca supo trazar la línea que
iba del sistema nervioso a las enfermedades que hoy sé que están en relación
con él. Supongo que el problema estaba precisamente en la expresión “ataque de
nervios”, donde estos no podían ser otra cosa que aguerridos atacantes que
provocaban cuando menos bailes de San Vito y cosas parecidas.
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