martes, 29 de septiembre de 2015

Hasta que la muerte, u otra cosa, os separe

Me desconcertó mucho la noticia de la separación de Vargas Llosa de su mujer, Patricia Llosa, con la que se casó en 1965. Al instante me vinieron a la cabeza las palabras emocionadas que sobre ella pronunció en el discurso del premio Nobel el año 2010: “El Perú es Patricia, la prima de naricita respingada y carácter indomable con la que tuve la fortuna de casarme hace 45 años y que todavía soporta las manías, neurosis y rabietas que me ayudan a escribir. Sin ella mi vida se hubiera disuelto hace tiempo en un torbellino caótico y no hubieran nacido Álvaro, Gonzalo, Morgana ni los seis nietos que nos prolongan y alegran la existencia. Ella hace todo y todo lo hace bien. Resuelve los problemas, administra la economía, pone orden en el caos, mantiene a raya a los periodistas y a los intrusos, defiende mi tiempo, decide las citas y los viajes, hace y deshace las maletas, y es tan generosa que, hasta cuando cree que me riñe, me hace el mejor de los elogios: ‘Mario, para lo único que tú sirves es para escribir’”. Y aquellas otras, tan laudatorias (no he podido encontrarlas), sobre un matrimonio francés conocido por los dos y que el matrimonio Llosa se propuso de inmediato imitar. Buen mazazo se llevaron cuando esta pareja perfecta se separó a los pocos días de estar por última vez con ellos. Este mazazo me lo han dado ahora los Llosa al romperse su relación, pues uno, que apuesta por el amor para toda la vida y hasta que la muerte los separe, veía en su matrimonio un triunfo de este ideal. Por lo que se ve, nunca es tarde para separarse y antes que la muerte otra cosa los separó. ¿Cuál? Me gustaría saberlo.

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