lunes, 5 de octubre de 2009

Sibilas

Sentado en el suelo de la habitación del hospital, observaba a las dos reales damas. La una, de perfil, mi señora madre. La otra, casi de frente, su prima, a quien visitábamos. Fisgoneé en sus arrugas, en sus ojos, en su piel, atento a una posible revelación. Pero fue en vano. Las sibilas guardaban su secreto bajo muy buena llave, a muy buen recaudo.

2 comentarios:

Montse Viver dijo...

Pues claro que guardan sus secretos, el don de la profecía no es cosa banal, hay que ponerse en trance y expresarlo en exàmetros griegos, o gallegos, si es el caso. Paciencia y a esperar el momento propicio para tal revelación.

lolo dijo...

Pienso en la visita, sólo.
Una visita a su prima, de frente. Ella, de perfil.

Yo me quedaría con eso, simplemente.
Perdona el atrevimiento.