Justo en el momento en que entraba en el cubículo del retrete se dio la vuelta, pensando que el “hola” con el que yo saludaba a una profesora que venía por el pasillo se lo había dirigido a ella. La imagen, en mi memoria, tiene ahora una gran prestancia plástica, como de anuncio de un papel higiénico para aristócratas francesas. Y es que ella, con sus ojos verdes preciosos, a los que sientan de maravilla las prendas del mismo color que tan bien la visten, tiene algo aristocrático. Esta imagen no la desdoró ni siquiera el hecho de que, cuando estaba yo con mi chorrito ante el retrete, oía como el suyo caía cantarín. La jugada se redondeó unas horas más tarde. Entró en la secretaría, pasó a mi lado y se puso enfrente para hacer una llamada de teléfono, dejando un olor a colonia fresquísimo y de lo más agradable. “Oye, X, que bien hueles hoy”. “¿Te gusta? Es una colonia de hombres, fuerte pero nada pringosa. Yo, de no ser profesora de lengua, me dedicaría a los perfumes. Todo lo relacionado con ellos me encanta”. ¡Oh la la, final parfait a lo parfum!
5 comentarios:
Qué habilidad narrativa, Suso, para manejar estas escenas de perfumes con tanta elegancia y tanta gracia.
Un abrazo.
Otro abrazo para ti, Juan Antonio, y gracias.
Muy bueno Suso, muy bueno.
Buena foto nueva, también.
Muchas gracias, Javier.
Tanto "parfum" como "perfume" no son más que disfraces de la palabra "humo" (latín "fumus"). Cuidado, Suso, que a mí la cosa me huele a cuerno quemado.
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