jueves, 1 de septiembre de 2011

Camerún 6: la moto

Entiendo ahora la pasión de los moteros: sin barreras para el azote magnífico del aire, andar en moto constituye una de esas experiencias físicas que te otorgan una sensación de libertad, la misma que experimentas cuando alcanzas la cumbre de una montaña o te bañas desnudo en el mar. En dos ocasiones hicimos un viaje largo en moto, yendo Ana en la de Emilio y yo en una mototaxi. En el más largo, unos 60 kilómetros, el objetivo era llegar hasta la aldea donde había nacido Simon, el mototaxista, un feligrés de la parroquia. Quedamos a las puertas, a 9 kilómetros, debido al mal estado del camino tras el paso de una tormenta. Ana y yo, subyugados por la experiencia motera, comenzamos a fantasear sobre la idea de recorrer África en moto.
Al atormentado cura de Ambricourt, protagonista de la novela Diario de un cura rural, de Bernanos, de camino hacia Mezargues, donde morirá de cáncer de estómago completándose así su vía crucis, se le concede la experiencia de la felicidad física propia de la juventud, que nunca había conocido. Monsieur Olivier, tras aparecer con su moto, lo invitó a subir. Nuestro protagonista describe después su experiencia en los siguientes términos: “La gruesa voz del motor se fue elevando paulatinamente hasta dar tan sólo una sola nota de extraordinaria pureza (…). El paisaje no parecía echarse sobre nosotros, sino abrirse por todas partes (…). El viento levantado por la carrera (…) se había convertido en un vertiginoso pasillo, un vacío entre dos columnas de aire removidas por una velocidad vertiginosa”.
A la vuelta de nuestra excursión, bajo un cielo encapotado, la llanura que se extendía a ambos lados nos regaló su plenitud, envuelta en una luz gris y violeta. Lo que andando se hubiera gustado de una manera en moto se hizo de otra, convertido el mero aire en puro viento. El espíritu de aquel estupendo spot publicitario de la marca BMW, en el que sólo se veía el brazo del conductor columpiándose en la brisa mientras avanzaba a través de un paisaje montañoso y que finalizaba con un “¿te gusta conducir?”, describiría muy bien lo que yo sentí aquella tarde en la que volvíamos de nuestra excursión.
El deseo de que mi amigo Stefan, entusiasta motero, me lleve a más de 100 kilómetros por hora en su moto ha quedado ahora abierto.

7 comentarios:

Ana dijo...

Usoko.

Jesús dijo...

¿Cómo se decía "de nada" en fulfuldé?

Máster en nubes dijo...

Suso, me tienes enganchada con estas entradas sobre el Camerún. Verdaderamente a veces vivimos en un mundo chico. Qué suerte de viaje.

Jesús dijo...

Muchas gracias Aurora. Estas entradas son también un segundo viaje.
Un abrazo.

Ana dijo...

Nunca supimos como se dice "de nada"...

Ana dijo...

... pero internet es mágico..., se dice "koi dum".

Jesús dijo...

Usoku, Ana.