En la misa del domingo 7 de agosto Camerún me dio ocasión de cumplir lo que dice el Salmo 149 en su versículo 3: “¡alaben su nombre con danza!” Marcel, un adolescente, tocaba la batería y Amaduyán, un treintañero, los tambores. Delante de ellos, la fila del coro se balanceaba y aplaudía al son de la música. No tardé yo nada en sumarme al balanceo y batir palmas. Si de este vaivén hubiesen pasado a ritmos más vivos, creo que tampoco me hubiese retraído. Si llevas en tu corazón la fibra del baile, todo es cuestión de dejarse llevar, soltando corsés y amarras. Si llevas la de Dios, ¿no hay que hacer lo mismo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario