miércoles, 21 de septiembre de 2011

Camerún 19: Apolo


De vuelta a Yaundé el día 12 por la tarde, de donde partiríamos para Madrid el lunes 15 de agosto, tuvimos una cita el sábado 13 a las nueve de la mañana con Apolo, pseudónimo de Apollinaire, al que debíamos entregar unas cosas de parte de Emilio. Les propuse a Ana y a él ir a tomar algo y continuar la charla que ya se había entablado. Apolo tiene 26 años y estudia Bellas Artes en la universidad de Yaundé. Cuando nos dijo que tenía veinticinco hermanos, nuestro asombro e incredulidad hizo que lo repitiera dos veces más para que quedásemos convencidos de que ni él se había equivocado con la cifra ni nosotros lo habíamos entendido mal. Su padre, de 55 años de edad, es musulmán y tiene cuatro mujeres; una quinta había muerto. Apolo, cristiano, es el hijo mayor de la primera, que dio a luz a diez más. La pequeña tiene ocho años. El resto, hasta completar los veinticinco, son hermanastros, los hijos de las otras tres esposas. Le pregunté si en el ámbito de su cultura la primogenitura iba asociada a un rol especial. En caso de que su padre muriese, nos dijo, sería él el que tendría que tutelar a sus hermanos y hermanas. Añadió con orgullo que quería ser un modelo para ellos.
Su mujer sería compañera y no sierva, añadió, alguien con el que compartir un proyecto de vida. Fue muy hermoso el modo como lo aplicó a las tareas del hogar: si su mujer muriese, ¿podría prepararle la comida a sus hijos desde el cielo? Tierra firme pisaba a este respecto Apolo, en la que querría verse acompañado y no servido por esa mujer para la que habría de ser marido. Sólo una cosa me chocó en cierto modo: no tendría más de uno o dos hijos. ¿Simple deseo que no admite segundas lecturas, o que sí las admite, como el de marcar distancias frente a la cultura musulmana, en la que los medios de vida de la mujer crecen en proporción al número de hijos? Me inclino por lo segundo: Apolo no querría a sus hijos como garantía de nada, sino por sí mismos.

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