Sería una suerte que el “esos locos bajitos” de Serrat, referido a los niños, encontrase su paralelo en un “esos locos altitos” referido a los adultos. Muchas veces lo somos, altos loquitos que hacen reír sin causar daño, pero otras, muchas otras, no, con locuras que no tienen nada de graciosas y sí mucho de impertinentes, estrambóticas, dañinas, crueles, trágicas. Aquí ya no valen expresiones cariñosas sino un “esos bestias” que nos pone en nuestro lugar.
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