Cualquier diagnóstico de la situación espiritual de una sociedad será siempre superficial con respecto a cada uno de sus miembros. No es ya que muchos de estos queden fueran de los términos de aquel, sino que incluso los que más se acerquen no podrán ser vistos a su trasluz como meros sujetos, o ya objetos, sociales. La persona individual, incluso la que muestre muchos de los comportamientos sintomáticos señalados por el diagnóstico, será eso y muchísimo más. La sociología espiritual no será nunca la biografía de nadie sino los rasgos abstraídos de sus miembros. Los individuos tienen alma, la sociedad no, y lo que se diga de esta será tangencial con respecto a la de aquellos, y en aun ni eso en muchos casos. Por eso necesitamos tanto las biografías, para que nos hablen del alma de las personas concretas, que en muchos aspectos arrojarán más luz sobre la sociedad a la que pertenecen que cualquier análisis socioespiritual, por muy profundo que este sea.
2 comentarios:
Desde luego que la sociedad no tiene alma, porque la 'sociedad' no es más que un constructo de la sociología.
Aunque para compensar la perspectiva, pienso que sí puede darse un alma o psique colectiva, de toda la humanidad. De hecho, los filósofos antiguos, incluso Santo Tomás, especularon (para afirmar o negar) que la psique, mente o anima fuese universal, colectiva, o por el contrario individual, personal. Y las mismas especulaciones pueden encontrarse en la filosofía india antigua.
Que el anima sea individual, parece una evidencia inmediata. ¿Pero sólo así? Porque frente a las experiencias singulares y privadas de cualquier biografía, también nos encontramos con experiencias comunes, compartidas, universales (de otro modo no nos entenderíamos).
Lo que dices en el último párrafo es evidentemente cierto. Pero yo lo he difuminado a propósito con la intención de subrayar ese más allá y más adentro que configuran la singularidad de cada hombre.
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