Creo que mi amor por los burros arranca de haber sido uno de ellos el que portó a Jesús en su entrada triunfal en Jerusalén. Otro buen empujón me lo dio Al azar de Balthasar: el protagonista, Balthasar, es un burro, que simboliza en cierto modo a Jesucristo en esta hermosa película de Robert Bresson. En mi infancia, cuando todavía eran usados como animales de carga, se los veía con bastante frecuencia. Ahora ya no; de hecho, se han convertido en una especie protegida. Se me ponen las orejas de punta y siento que me invade la ternura si en alguna ocasión excepcional me cruzo con uno de ellos. No faltaría en mi hacienda si yo llegase a ser un hacendado: él sería el rey. Creo que veo en el burro el caballo que no es, un caballo venido a menos como si dijéramos. De aquí su humildad, que me lo hace tan entrañable, tan digno de protección. Mi reino lo daría por un burro.
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