La envidia es mala cosa, pero se la puede derrotar, o por lo menos, sacarle acritud, escenificándola con sentido del humor. Así, cada vez que algo dispara la cochina envidia, le das voz con armas de comedia a lo que por dentro te corroe con armas de tragedia. El envidioso que por dentro se tira de los pelos, por fuera hace malabares pegando saltitos de purita envidia autoparódica.
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