Las falsificaciones de las grandes obras de la pintura crean un problema bastante divertido. Los especialistas dicen que a veces son muy buenas, a lo mejor hasta tan buenas, se me ocurre a mí decir ahora, como las originales. Si este fuera el caso de alguna de ellas, ¿no sería el copista tan grande como el autor de la obra original? Evidentemente no, porque de las manos del primero nunca hubiera surgido tal cuadro; salió del segundo, el creador, mientras que el primero se limitó a reproducirlo, eso sí, con total perfección. Se le podría considerar un gran creador de copias, pero nada más. Con los medios técnicos que existen ahora, rayos láser y demás, sería imposible dar gato por liebre. Mas imaginemos que no existiesen tales medios, ningún medio que no fuese la mirada de los expertos. ¿Cómo decidirían cuál es la obra original y cuál la copiada, partiendo del supuesto de que la segunda fuese absolutamente perfecta? ¿No habría que considerar entonces a ambas como obras maestras?
15 comentarios:
Un experto diría que no es posible replicar una pintura (la pincelada es un gesto de una mano). Pero la singularidad de la obra de arte no está en la materia, sino en el espíritu. Este no es replicable.
No es posible replicar "el espíritu" de la pintura, vale, pero ese espiritu no aletea fuera de las pinceladas sino que nace de ellas. El supuesto del que parto, una copia perfecta de una obra maestra, mantiene en pie, creo, mi pregunta.
No sé si el ejemplo que pondré es bueno. Cuando recorremos una autopista (que es una obra pública con características homologadas, y al cabo se parecen unas a otras) en el trazado, relieve, peraltes... podemos intuir también la mente del ingeniero. Ese componente inmaterial (o si se quiere, espiritual) está presente en cualquier creación, aunque no sea visible a los ojos físicos. La obra de arte pictórica es un caso.
Pero si no es visible a los ojos físicos seguimos en las mismas, Joaquín. Imaginemos que el "Las meninas" original hubiese desaparecido y que todos estos decenios no hubiésemos estado sino ante una copia "genial", tan genial que lo invisible de la mano de Velázquez no lo hubiese captado nadie. ¿O estoy partiendo de un supuesto imposible, que haya una copia que alcance la genialidad de una obra genial? En este caso, todo lo planteado por mí se viene abajo.
Es que, tal como lo veo, el proceso creador no es físico, sino psíquico (mental, espiritual). Una vez que Velazquez parió "Las Meninas" (que no puede reducirse a meros trazos o pinceladas, sino a una gran idea en su mente o espíritu), la creación hizo su aparición, cualquiera que fuesen luego las contingencias que sufriese la materialidad de la obra de arte.
Las pinturas rupestres que permanezcan ocultas, o que hayan perecido por obra del tiempo, no restan que en algún rincón remoto del tiempo, un humano hizo un acto de creación.
La creación es obra de un creador, que es lo supuesto siempre. Lo creado es innecesario (=contingente). Puede lo creado, pero la creación y su creador, no. ¿Idealismo, Suso?
Quería decir en el último párrafo que puede lo creado perecer, pero la creación y su creador, no: permanecen para siempre, de una vez.
Puro idealismo, Joaquín, inaplicable a las obras de arte, donde siempre hay materia: pigmentos y telas en la pintura, mármol o bronce en la escultura, etc. El Verbo se hizo Carne. Pues lo mismo: o se hace materia el espíritu creador o no hay arte. Es casi una obviedad infantil, con perdón, Joaquín, pero nos las habemos con objetos materiales: cuadros, esculturas, templos, en los que el espíritu se hace carne: justo en este instante nace la obra de arte. Por lo tanto, en tanto que obra de arte física, es copiable. Un ejemplo: de gran parte de la escultura griega sólo conservamos sus copias romanas, de altísima calidad. En algun caso, ¿no es posible que la copia fuese tan buena como la original?
Otro ejemplo: la Frauenkirche de Dresde, reducida a escombros en un bombardeo aliado de 1945, y reconstruída en 2005. ¿Se trata de la misma obra arquitectónica, antes y después de la destrucción? Materialmente no (más que por accidente, si se reutilizaron las piedras), pero espiritualmente (por seguirse las mismas trazas del arquitecto, conocidas por testimonios gráficos), sí.
Sin materia no hay obra de arte (obra de arte terminada), aunque esto sería discutible. Porque lo que da valor a la materia como creación artística, es la idea del creador.
¿Son obras de arte todos los proyectos que Velázquez no ejecutó? No, no lo son, porque, ¿dónde están? Yo no los veo. Podrán ser todo lo sublimes que quieras esas espiritualidades inconcretas, pero, precisamente, le faltan el ser "concretas", es decir, materiales, para ser obras de arte, precisamente "obras", algo que se hace.
Cierto, a los proyectos nonatos les falta la encarnación (incarnatio). El creador, como el alfarero, va modelando su obra conforme la produce y concreta su idea (como en la creación poética unas palabras convocan a las otras).
Materia y espíritu son inseparables. Tan falso sería reducir la obra a su materia, como a su idea. Por eso las réplicas (y así vuelvo a tu primera pregunta) tienen la materia de la creación, pero no el espíritu que le dotó el creador.
También es concebible que se pueda clonar a un hombre, física y biológicamente. Pero nacería del clon otra persona, no un doble del clonado.
Materia y espíritu son inseperables, tú lo has dicho. Entonces, quien reproduce a la perfección la materia de una obra, ¿no capta también, de alguna manera, el espíritu?
Por hoy dejo aquí el debate, porque tengo que marchar. Hay sido un diálogo impagable.
Gracias, y un abrazo.
Jorge Luís Borges tiene un cuento muy célebre, "Pierre Menard, autor del Quijote", que ilustra muy bien la posibilidad de reproducir literalmente una creación literaria, pero en el traslado cambia de sentido (porque los autores de un mismo texto literal son distintos). Es el argumento llevado al extremo.
Haces dos preguntas diferentes, Suso. Una respecto a la grandeza del autor y la del copista. Otra respecto a la grandeza de la obra original y la copiada.
In my humble opinion, en cuanto a la primera, es muy diferente la grandeza del autor y la del copista: el primero es un artista y el segundo un artesano (que tampoco es poca cosa). En cuanto a la segunda, su valor artístico es exactamente el mismo. El resto es fetichismo, sólo su valor monetario es distinto.
Precisamente a este tema, que tiene mucho fondo, dedicó Benjamin su ensayo "La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica", en el que habla del "aura" del objeto de arte, de su valor de "objeto sagrado o de culto", y del arte que en sí mismo es reproducible, como el cine. Ayuda a poner las cosas en su sitio. A mí me hace el mismo bien mirar La Magdalena Terf de Latour que tengo colgada en el corcho que me hizo ver el cuadro. Si la reproducción fuera buena en vez de ser una laminucha, mejor, pero nada más.
El tema tiene mucho fondo, porque en la contemplación de la belleza natural y artística estamos rozando el misterio del mundo, y los arcanos teológicos (como ya se ha ido diciendo de pasada, más arriba).
En esa línea estético-teológica, en la obra de arte estaría también presente la Trinidad: el Padre (el creador) el Logos (la obra creada) y el Espíritu Santo (la inspiración creativa).
Siento pensar que en la reproducción y copia de la obra de arte hay algo de profanación del misterio artístico, y una degradación de la santidad (trinitaria) de cualquier creación; eso a lo que W. Benjamin llamaba justamente aura.
¡Caray! Eso desde luego es fondo...
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