Rodrigo y Dolores, hermano y cuñada respectivamente, tienen una yorkshire, Noa, listísima e incansablemente juguetona. Hace tres semanas parió y vieron la luz seis cachorrillos. Al morir uno de ellos, la camada quedó en cinco. Según nos contaba hoy mi hermano, ayer, para su sorpresa y su risa, se encontró con la escena siguiente: sobre su cama, Noa había puesto dos cachorrillos en el fondo de la cama y otros dos en la cima, mientras ella, muy señora, se acomodaba en el medio. Pero, ¿y el quinto? Mientras lo buscaba por la habitación, un leve gemido lo condujo a una de las almohadas. ¡Se había metido dentro de su funda! Y me pregunto yo ahora: ¿portarán los genes de los yorkshire un profundo respeto por la simetría? El quinto lo traía muy grabado, y a él obedeció retirándose, si es que no fue su misma madre la que allí lo metió. ¿No suena todo a una increíble perfección?
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