Se ha ido, ya no está, decimos del muerto. La imagen del viaje proclama una ausencia, no una aniquilación. Dice que no está, no que no sea. Al ateo que se sirva de esta fórmula el lenguaje lo traiciona, porque el que se va se va a algún lado para estar y ser en él. En buena lógica, los negadores de un cielo y tierra nuevos más allá de la muerte debieran añadir, remachando, “ya no es”. Pero está bien que el lenguaje nos lleve la contraria para poner esperanza allí donde nosotros la negamos.
2 comentarios:
¡Amén!
(y en qué buena prosa)
Otro amén.
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