miércoles, 4 de noviembre de 2009

Recuerdos

Pienso en mi infancia y el primer recuerdo es un salto, el que yo y algunos amigos teníamos que dar para sortear el obstáculo que había a la altura de la cocina, por la parte de atrás del Colegio Mª Inmaculada, donde estudiábamos. Era una trastada nocturna, con la que pretendíamos asustar a quienes estaban con los fogones, o al menos dejar un rastro relampagueante que les hiciera alzar la mirada y sobresaltarse al ver que alguien pasaba rápida y fugazmente. Si detengo en foto fija mi recuerdo, me veo a mi mismo en pleno salto, quieto en el aire, mirando hacia el interior de la cocina, con una sonrisa olímpica y aspecto de trasgo lince.
El salto a la cuerda es también otro recuerdo preferido de mi infancia y adolescencia. Yo salía vencedor en muchas ocasiones, en competición a veces muy apretada, sobre todo al final cuando, quedando ya sólo dos saltadores, giraba la cuerda muy rápido. Había que ser velocísimo para salir de la cuerda, dar la vuelta en torno al cuerdista, y volver a entrar en ella. Me parece estar oyendo hoy su golpe contra el suelo, su zumbido en el aire, su giro vertiginoso. Y otra vez aquí me veo lince y gimnasta como ya nunca volví a serlo.

4 comentarios:

Javier Sánchez Menéndez dijo...

Volver a la infancia, es lo más difícil, lo decía Rosales.

Un abrazo Suso.

Jesús dijo...

No sé si es simple retórica pero no creo que haya que volver a la infancia cuanto dejar que ella nos venga a través de la memoria.
Un abrazo, Javier.

Olga Bernad dijo...

Me recuerda a la expresión de Irma en tu foto. Tan joven, tan trasto, seguro que brillabais, tanto poder y tú sin saberlo... (eso forma parte del brillo;-)
Saludos.

CB dijo...

pues a mí me has hecho recordar, tal cual, una ilustración de "Sandmännchen" que me tenía fascinada de pequeña. Sandmännchen es un personaje con un gorro estrellado de punta larguísima hacia atrás y babuchas rojas de punta larguísima hacia delante, que da saltos gigantescos en la noche con un saco de arena a la espalda y va mirando de ventana en ventana en busca de niños despiertos para echársela a los ojos. En la ilustración también se volvía en pleno salto y te miraba con cara de burla.

La escena es maravillosa: los fogones, las cabezas que se alzan, el rastro relampagueante, el trasgo que sonríe. Lástima de foto fija. Yo también me he acordado del prodigioso salto de Irma, se ve que os viene de familia.