Le gustaría verse a sí mismo como un personaje de novela ya terminado, con su historia completa, su destino contado, sus circunstancias descritas, sus contradicciones interpretadas, alguien del que se pudiera decir, por ejemplo, “que pasaba sus horas de duelo tomando té y escuchando música en la radio”, de modo que, sustanciado en una frase clara y concisa, con toda la luz en ella, sin más pliegues ni recovecos ni vueltas ni fisuras, pudiese vivir sin tener que hacer su vida, sólo copiarla. Sin embargo, no sería así. Arrojado al rudo vivir, como todo hombre sobre el mundo, debería hacerse, construirse, con luz o sin ella, acertada o equivocadamente, arriesgándolo todo en cada lance. Todavía no había descubierto la grandeza que había en esto. De momento, sólo veía su dureza.
2 comentarios:
Como siempre tu blog es una sorpresa y una alegría, pero hoy más cuando recién llego del mío de hablar del escritor confesional como esa persona que aspira a personaje. Muchas gracias, Suso.
Pues tienes razón, Enrique. Hoy, las estrellas, hacen que tu entrada y la mía encajen.
Muchas gracias a ti, Enrique.
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